El último grito del 'mono'
Músicos jóvenes y audiófilos reivindican el sonido mezclado por un solo canal
Era cuestión de tiempo. Si primero fue la resurrección del vinilo, la siguiente operación rescate tiene como destinatario el sonido monoaural imperante en la industria hasta la segunda mitad de los años sesenta. Ya sea por nostalgia, sibaritismo o gusto por lo estrafalario, algunos músicos jóvenes y no pocos militantes audiófilos reivindican ahora aquellas mezclas rocosas que incluían todos los instrumentos por un solo canal. Los partidarios de la causa recuerdan que el mismo John Lennon llegó a decir: "No pienses que has escuchado Sgt. Pepper's hasta que no lo escuches en mono".
"Yo lo grabo todo en mono. Lo adoro, así que lo uso a todas horas", responde David-Ivar, líder de Herman Düne, banda de culto en el universo indie que visitará España el próximo mes. Él forma parte de ese grupito de treintañeros que suspiran por el sonido con el que se criaron sus padres, y hasta puede que sus abuelos. Igual que los rocanroleros españoles Doctor Explosion (que lucen una orgullosa etiqueta de "mono" en la portada de su último vinilo, ¡¡Chupa aquí!!) o que Brightblack Morning Light, un dúo de folk psicodélico radicado en el desierto de Nuevo México que no se conforma con plasmar su música por un solo canal; también reivindica la energía solar como única fuente para sus grabaciones.
Herman Düne o Brightblack Morning Light se apuntan al efecto 'retro'
El productor de los fab four, George Martin, y el ingeniero Geoff Emerick lo contaban hace un par de años en el libro Recording The Beatles: los de Liverpool "pensaban en mono". Las mezclas estéreo de Sgt. Pepper's lonely hearts club band (1967) se ventilaron en poco más de dos días, con Lennon, McCartney y compañía ya de vacaciones.
Sin embargo, un comprador que acuda hoy a cualquier tienda del mundo sólo podrá hacerse con un ejemplar estéreo de aquella obra. La discográfica EMI publicó fugazmente en 1982 una caja con las versiones monoaurales de los Beatles, pero nada más.
José María Rosillo, ubicuo ingeniero de sonido y beatlemaniaco irredento, lo tiene claro. "El mono es una opción estética más, ni mejor ni peor que el estéreo. Algunos músicos me lo piden porque les gusta esa tendencia retro: mesas de sólo cuatro pistas, amplificadores de válvulas, sonido de baja fidelidad, cosas así". A su juicio, escuchar las obras maestras de los sesenta en estéreo constituye una falta de respeto hacia los artistas. "Equivale a colorear las películas en blanco y negro".
Otro buen ejemplo lo constituye Pet sounds (1966), el trabajo quintaesencial de los Beach Boys. El disco no sólo se concibió en mono, sino que jamás existió una lectura en estéreo hasta la monumental reedición en cuatro cedés de 1996. Mario Pacheco, mítico productor discográfico y director de Nuevos Medios, también le guarda cariño a la vieja técnica de grabación. "Como con el mono no dispones de sonido panorámico, debes comerte el coco para conseguir esa amplitud y cuidas más los planos de cada instrumento". A su juicio, el gran genio del sonido monofónico fue Phil Spector, pero no puede reprimir un cierto escepticismo respecto al momento actual: "Aún no percibo demanda del público respecto al mono. Estamos ya tan acostumbrados a escuchar MP3 en pequeños altavoces que debe dar igual...".
Mucho más crítico se muestra Joaquín Torres, otro histórico de los estudios españoles. "Descubrí el estéreo cuando militaba en Los Pasos, en 1965, y aquello fue una bendición. Tenemos dos oídos para algo, y con el mono se pierde la profundidad, la verdadera dimensión del sonido", protesta. En su opinión, esta técnica sólo es reivindicable como un ejercicio de esnobismo. "El mono suena como el transistor de la cocina".
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