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Reportaje:

Biopsia de almas en el escenario

Marisa Paredes representa en el Romea 'Sonata de Otoño'

No es fácil ver a la actriz Marisa Paredes en los escenarios catalanes. Lo atribuye a que las "políticas culturales, perfectamente justas" no priman precisamente el trabajo de una intérprete castellanoparlante como ella. Tras su paso por el Lliure hace dos años con el Hamlet de Shakespeare, la actriz regresa a la cartelera barcelonesa como una de las protagonistas de la Sonata de Otoño, de Ingmar Bergman. La película del imprescindible director sueco se ha convertido en material teatral de la mano de Manuel Calzada y José Carlos Plaza, quien dirige el montaje. Paredes comparte con Nuria Gallardo el duelo interpretativo de la pieza, que define como "una biopsia de almas". El espectáculo, cuyo reparto completan Chema Muñoz y Pilar Gil, estará en el teatro Romea hasta el 8 de febrero.

En la obra, Paredes y Gallardo asumen los papeles de una pianista consagrada a su carrera artística y su hija mayor, que no le perdona su falta de dedicación a la familia. Tras siete años sin verse, la amenaza de la enfermedad y la muerte en la familia propicia el reencuentro. Madre e hija se proponen dar lo mejor de sí mismas en el escaso tiempo que van a compartir. Pero el peso del odio y el resentimiento marcarán un curso distinto de sus horas en común. La descarnada batalla que se librará entre ellas tiene dos testigos impotentes: el marido de la hija resentida y la hermana pequeña de ésta, postrada en una silla de ruedas e incapaz de sentir el menor resquicio de odio.

En la Sonata de Otoño cinematográfica, rodada en 1978, los papeles protagonistas fueron interpretados por Ingrid Bergman y Liv Ullmann. El frustrado deseo del cineasta de envolver la trama de una atmósfera de sueño ha sido recogido por Plaza, que ha querido conservar la ubicación original, la rectoría de una pequeña parroquia, pero con los mínimos elementos escenográficos. Para que nada distraiga la atención sobre el texto y las interpretaciones.

"La obra te obliga a entrar en lo más profundo del alma humana. Los personajes están permanentemente al límite, y eso es agotador", asegura Paredes. Pero la reacción del público compensa el esfuerzo. "La gente se queda extraordinariamente conmovida, dolorida, como sintiendo que lo que se les ha dado en el escenario tiene mucho que ver con ellos", añade. Y advierte a los espectadores de que aquí nadie queda indemne.

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