El 80% del aguardiente es ilegal y escapa de cualquier control sanitario
El Consello Regulador advierte de que el licor clandestino puede contener metales
En Galicia hay unas cien empresas aguardenteras y 60 de éstas están amparadas por la denominación Orujo de Galicia. Las otras 40 son, en realidad, las que más aguardiente producen. La diferencia es abismal: entre todas las firmas respaldadas por el Consello Regulador destilan 350.000 litros al año, mientras que las que están fuera de la denominación comercializan millones. Según el presidente del Consello Regulador de Augardentes e Licores Tradicionais de Galicia, Evaristo Rodríguez, hay en la comunidad firmas que producen "cinco o seis millones" y alguna, incluso, que alcanza los nueve millones de litros.
Además, existen otras, muchas de ellas al sur de la Raia, que no reciben las visitas periódicas de los inspectores y que no etiquetan sus productos. Ningún funcionario acude por estas fechas a desprecintar sus alambiques y ninguno regresa en febrero a sellarlos de nuevo. Pueden producir, clandestinamente, alcohol todo el año porque en la mayoría de los casos éste no procede de la uva y no depende de la vendimia. Dejando al margen el aguardiente casero, del que tampoco existen datos, el consejo no sabe cuánto orujo o pseudorujo está en el mercado. Lo que es más fácil es calcular qué tanto por ciento del que se vende o se sirve en la hostelería es ilegal: según denuncia el Consello Regulador, entre un 70% y un 80%.
Una fábrica sin licencia produce nueve millones de litros al año
Los productores se ahorran 4,15 euros por litro en tributos a Hacienda
Ocho de cada diez botellas al alcance del consumidor no están controladas. Han llegado a la mesa escapando de cualquier inspección, sea fiscal o sanitaria. No llevan etiqueta y se sirven como aguardientes caseros, pero no son tal cosa, sino, más bien, productos de laboratorio, en general diluciones, no destilaciones.
Las botellas o garrafas al margen de la ley pueden venderse más baratas porque se ahorran los 4,15 euros con los que Hacienda grava el alcohol de cada litro de aguardiente de 50 grados, y además no se conoce su origen. Esto último, lo más grave de todo, no quiere decir que el bagazo venga de fuera de Galicia, sino que lo más probable es que el contenido de la botella no sea ni siquiera orujo.
Por un lado hay fábricas importantes, las más representativas en volumen de ventas y facturación, que "venden como gallego lo que no tiene origen gallego". Según fuentes del sector, en Galicia no habría vides suficientes para lo mucho que estas empresas producen. Algunas están en la provincia de Ourense y otras, fuera de la comunidad. De las primeras, Evaristo Rodríguez pone dos ejemplos, Rúa Vieja y El Afilador, de gran éxito fuera de Galicia. De las segundas, cita el "aguardiente de orujo" La Gallega, que pese a lo que parece indicar su nombre se fabrica en la comunidad foral de Navarra.
Pero estas fábricas que cita el presidente de los aguardenteros con denominación pagan sus impuestos y pasan controles sanitarios. El fraude no existe porque este aguardiente no lleva contraetiqueta del Consello Regulador. Basta con fijarse. El riesgo, en realidad, está en el aguardiente que rellena, por ejemplo, botellas blancas sin etiqueta, "muchas veces recicladas del Cardhu". Cuando se analizan estos alcoholes, si efectivamente son destilados procedentes de la uva, se detectan metales en cantidades superiores a las permitidas, y metílico, y acetato.
"Dentro de la alimentación humana, el vino es el producto que tiene más componentes, y el aguardiente, al ser un destilado, concentra todo esto en una proporción mayor", explica Evaristo Rodríguez. Los metales provienen de la propia composición de la tierra, de los abonos y del sulfato de cobre y otros plaguicidas. El acetato, que se relaciona con la acidez de la uva, aumenta con un mal almacenamiento del bagazo mientras éste espera el momento de la destilación.
El metílico, por último, es un alcohol tóxico que procede de la madera (por eso hay que someter el bagazo a un proceso de "despalillado") y se concentra en la primera fase de la destilación, al igual que los metales se concentran en la última. "Los antiguos poteiros sabían fraccionar muy bien", cuenta Rodríguez, "pero hoy el objetivo de muchos es sacar el máximo rendimiento y aprovechar todo el producto de principio a fin". Elementos peligrosos, incluidos.
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