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Reportaje:Primer plano

El euro, mejor dentro que fuera

España es uno de los mayores defensores de la moneda única al cumplir 10 años

Este 1 de enero, el euro acaba de culminar sus primeros 10 años de vida con más éxitos que fracasos y, sin embargo, en Francfort -la sede del BCE- no están para muchas celebraciones. Aun cuando la moneda única europea, a la que muchos -en especial, en EE UU- no daban grandes posibilidades de éxito, circule sin problemas, se haya fortalecido frente al dólar y desempeñe un papel creciente en el mundo, lo cierto es que tampoco ha logrado la adhesión incondicional de los 320 millones de personas que la utilizan en los 15 países de la zona. Un estado de ánimo acentuado por los desafíos que ha tenido que enfrentar el BCE en estos meses de crisis financiera y económica, marcados por la falta de unión entre Gobiernos y la toma de decisiones polémicas por parte de sus autoridades monetarias.

El euro ha disparado el acceso a la financiación para España
Telefónica logró 26.000 millones en 48 horas para comprar O2
Con el actual déficit comercial, la peseta ya se habría devaluado un 30%
España lo hubiese tenido más difícil fuera del euro en la crisis de crédito

Pero si en Alemania o Italia, el euro sigue suscitando un entusiasmo relativo, y en el Reino Unido, Suecia y algunos de los nuevos miembros no hay prisa ni entusiasmo por pasarse a la moneda única, en España, la situación es muy diferente. Aquí, pocos niegan -sobre todo, en medios empresariales y financieros- la aportación positiva del euro. "Soy incapaz de detectar un solo inconveniente derivado de la adopción del euro", asegura Santiago Fernández Valbuena, director financiero de Telefónica, una opinión compartida por todos los entrevistados. "El proceso ha tenido muchos aspectos positivos y algunos negativos. Pero el balance final es muy favorable", afirma Ángel Laborda, economista jefe de Funcas, la fundación de estudios de las cajas de ahorros.

La lista de ventajas aportadas por el euro, según economistas, empresarios y ejecutivos españoles, sería casi interminable: estabilidad macroeconómica, mayores posibilidades de crecimiento, un mercado exterior más amplio y seguro, mayor y mejor financiación, fuerte incremento de las inversiones, simplificación administrativa, transparencia de precios, eliminación de los costes de divisas y de los riesgos de cambio, stop a las devaluaciones, mayores posibilidades de internacionalización incluso para las pymes. Y a las desventajas, que también las hay -el euro caro o la ausencia de una política monetaria propia-, se las mira con más distanciamiento y se matizan sus posibles daños con lo que ocurriría si España estuviera fuera.

La idea de que la estabilidad macroeconómica, propiciada por el PEC (Plan de Estabilidad y Crecimiento), ahora bajo fuertes dudas, la bajada de tipos, la reducción de las primas de riesgo y las mayores posibilidades de financiación fuera han propulsado el crecimiento del PIB en España es general entre los responsables de los distintos gabinetes de estudios. Jordi Gual, subdirector general de La Caixa y responsable de su servicio de estudios, considera que todos estos elementos han creado un círculo virtuoso que "ha disparado", dice, "el volumen de inversión crediticia a particulares y empresas a límites inimaginables hace diez años".

Ese fuerte aumento del crédito sólo fue posible porque España aumentó su capacidad para financiarse en el exterior. "La entrada en el euro", asegura Maite Ledo, economista jefe para Europa del BBVA, "ha supuesto multiplicar para España la cantidad de liquidez disponible". Laborda lo cuantifica. "Mientras que antes del euro, ese límite de endeudamiento exterior podía situarse en un 4% o 5% de déficit exterior, ahora hemos podido llegar al 10%". Algo que también es bueno o malo, según se mire, ya que "ese enorme endeudamiento nos ha permitido extender la duración del ciclo, pero nos obligará ahora a un ajuste más duro", explica Laborda.

Bancos y empresas han utilizado las nuevas posibilidades sin complejos. Por ejemplo Telefónica, que fue según Fernández Valbuena "una de las empresas que más utilizaron esa mayor capacidad de financiación para crecer". El ejecutivo recuerda que hace diez años su empresa tenía que "acudir a financiarse en diversas monedas, dólares, libras, marcos, lo que resultaba caro y complicado". Esto, porque en pesetas era imposible, al carecer el mercado español de crédito de la profundidad necesaria para grandes operaciones como las protagonizadas por Telefónica, el Santander, Ferrovial o Abertis. "Hace unos meses", prosigue el directivo, "cerré sin problemas una operación por 1.250 millones de euros". Y añade: "Cuando compramos O2 en Inglaterra levantamos 26.000 millones de euros en 48 horas. Si no estuviéramos en el euro no hubiese sido tan fácil ni rápido hacer esa operación, la segunda en Europa en tamaño".

Uno de los efectos del euro -aún no totalmente explotado- ha sido la creación de un mercado financiero europeo, sobre todo en fondos de inversión. "Ha sido el big bang de la industria", apunta Pedro Dañobeitia, consejero delegado de DWS (Deutsche Bank). "Ahora tenemos una industria de fondos europea, lo que ha generado más competencia entre entidades, sinergias y menores costes". Es la llamada Arquitectura Abierta de Distribución, que Dañobeitia define así. "Hoy un inversor compra en España un fondo registrado en la CNMV, gestionado en Alemania y domiciliado en Luxemburgo". Las Bolsas también se han beneficiado. "Pese a que aún no hemos logrado un mercado bursátil europeo", apunta Pedro Mirete, director de intermediación de Ahorro Corporación. "Las transacciones en la UE han crecido exponencialmente después de 1999. Claro que también han influido la desregulación financiera y la tecnología".

Otra aportación positiva evidente ha sido en el comercio exterior y se supone que el euro lo ha facilitado. Según el BCE, el valor de las importaciones y exportaciones intracomunitarias ha subido desde el 26% del PIB de la zona en 1998 al 33% en 2007. Esto se ha debido, en buena medida, a la eliminación de los costes de transacción en divisas -muy elevados- y de los seguros de cambio. "Cuando tienes en tu balance", apunta Maite Ledo, "activos en distintos valores, ello puede generarte pérdidas y ganancias cambiarias que no tienen nada que ver con tu actividad".

"Ha sido muy importante para empresas como la nuestra", apunta José Aljaro, director general financiero de Abertis, "que hacen muchas inversiones a largo plazo en el extranjero (autopistas, por ejemplo). Nos permite prever la rentabilidad futura de un activo con más seguridad". Unas ventajas que también confirman en Inditex. "Nos ha traído una gran facilidad a la hora de realizar transacciones con las filiales ubicadas en la zona euro (que es donde concentramos un mayor número de tiendas) y en la consolidación de nuestras cuentas". O en Eroski, donde Gotzon Elizburu, director de compras de alimentación, asegura que "la incorporación del euro nos ha permitido comparar los precios de venta en los distintos países de la zona. Nos ha posibilitado el elegir, sin trabas de moneda, la mejor opción de compra".

Luego están las ventajas psicológicas de una moneda que, según Domingo García Coto, director de Estudios de la Bolsa de Madrid, "juega casi en igualdad con el dólar. Supone el 25% de las reservas de divisas de los bancos centrales". Siete puntos por encima del 18% de 1998. Algo que representa "un plus de credibilidad hasta para los países pequeños de la zona", según Ledo. O para las pymes ya que, según Juan Canals, vicepresidente de la patronal catalana Fomento, "el euro ha servido para abrirles la mentalidad incluso a los pequeños empresarios, que se resistían a salir al exterior. Vas a Asia o a Latinoamérica con el euro, una moneda aceptada ahí y en la que puedes incluso cerrar operaciones. Con la peseta era impensable".

Claro que en el euro no todo son ventajas. La alta paridad euro-dólar, que ha dañado la competitividad de los productos industriales, ha traído de cabeza a miles de empresas exportadoras, con mayor dureza a partir de 2007. Después de varios años con un valor inferior a 1,26 (frente al dólar), la moneda europea iniciaba ese año una escalada que la llevaba a un máximo del 1,577 (media mensual) el pasado mes de julio. Para Robert Tornabell, profesor de Economía de Esade, no cabe duda de que esto es un problema. "Las tradicionales dificultades exportadoras de España, más intensas con la crisis mundial, se agravan además debido al alto precio del euro".

Lo curioso es que, pese a eso, algunos le intenten quitar hierro al asunto e incluso vean en esas dificultades una oportunidad de mejora. "Yo lo que creo", afirma Martínez Lázaro, profesor del Instituto de Empresa, "es que la economía española tiene que hacer un cambio de modelo y el euro caro obligará a las empresas a hacerlo". Otro argumento con el que se busca minimizar los efectos de un euro superapreciado es que España sigue dirigiendo el 70% de sus exportaciones a la zona euro, de modo que a estas ventas no les afecta las variaciones frente al dólar.

Éste es el caso del automóvil que, según dicen en Anfac, la patronal del sector, "envía el 90% de las exportaciones hacia la zona euro". El hecho de vender en euros y comprar las materias primas -acero, aluminio, cobre o caucho- en dólares ha ayudado a mantener los márgenes algo más elevados que si la industria del automóvil hubiese tenido que repercutir íntegramente todas las alzas de los insumos sobre el coste final. Contra lo que no puede luchar el sector es contra el descenso de matriculaciones. También la industria del calzado relativiza sus problemas. "El euro alto", explica Rafael Calvo, presidente de FICE, la patronal del calzado, "nos ha perjudicado para vender fuera de Europa, pero no en la zona euro, donde va el 70% de nuestras ventas". De hecho, "la situación ha provocado la caída en picado del que era nuestro primer mercado, EE UU, ahora en quinta posición".

La pérdida de la autonomía monetaria que había con las monedas nacionales, lo que nos permitía manejar la peseta a nuestro antojo (y devaluarla si era necesario), ha sido también muy debatida. Aquí y en toda la zona euro. Algunos teóricos (pocos) han sostenido que se hubiera podido reaccionar mejor a la crisis inmobiliaria, por ejemplo, de haber podido fijar nuestros propios tipos de interés. La mayoría de los entrevistados no están de acuerdo. Consideran que el manejo de la moneda y las devaluaciones provocaron en el pasado más problemas que beneficios y convirtieron, según Canals, de Fomento, el recorrido de la peseta en "una historia triste, con tres devaluaciones durante la democracia, lo que hacía que nuestros empresarios fueran por el mundo acomplejados, pensando que eran inferiores a los alemanes y franceses".

Eso sin olvidar el negativo efecto que el déficit comercial hubiera tenido sobre la peseta. "Con 100.000 millones de déficit al año y una deuda de billón y medio", anota Canals, "ya hubiésemos devaluado la peseta al menos un 30%", lo que hubiera provocado graves problemas a las empresas. Martínez Lázaro ilustra esos riesgos con el ejemplo de Seat hace años. "Se financió en marcos alemanes y luego tuvo problemas terribles cuando España devaluó la peseta".

Lo cual no quiere decir que desde España se apruebe incondicionalmente la política de tipos seguida por el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet. "Aunque pudiera parecer difícil el pasado verano prever la contundencia de la crisis que estaba a punto de venirnos encima", reconoce García Coto, "resulta bastante increíble la decisión del BCE de subir los tipos en julio, cuando en EE UU habían empezado a bajarlos". Este economista opina que esa subida, adoptada como reacción al alza desmesurada del crudo, revela que el BCE "no manejó bien los datos de que disponía sobre el alcance de la crisis. Fue una decisión muy criticable y es lógico que haya incomodado a mucha gente".

También se le ha criticado al euro por haber contribuido a subir los precios, una acusación que algunos tildan de "paradójica" teniendo en cuenta que el BCE tiene como máxima prioridad la lucha contra la inflación. Según el BCE, la inflación en la zona euro fue apenas del 2,1% entre 1999 y 2007, muy por debajo del 3% registrado entre 1990 y 1998 y del 7,6% de la década de los ochenta. En España, el descenso fue incluso más espectacular. Nuestro país bajó de un IPC del 10,2% en los años ochenta al 4,4% en los años noventa y al 3,1% registrado entre 1999 y 2007.

Laborda opina que "esa percepción popular de que el euro ha provocado una subida de precios es equivocada". Pero, reconoce que algo de eso puede haber habido "más que nada porque coincidió con el inicio del repunte del crudo y las materias primas". Otros apuntan hacia explicaciones de carácter más psicológico, como el tema del famoso redondeo, el cual, a lo mejor no ha tenido efectos severos sobre el IPC pero ha impresionado a los consumidores. Pepe Moreno, director comercial de Riu, reconoce que, tras la adopción del euro, se observó un curioso efecto entre los turistas extranjeros en España: una bajada de los ingresos extras en los hoteles (bares, spa). "Con la peseta", afirma el ejecutivo, "el cliente tenía la sensación de que todo era más barato en comparación con su país". También Elizburu, de Eroski, reconoce el impacto negativo del euro en algunos precios al señalar "que los fabricantes multinacionales han tendido a igualar los precios en el ámbito europeo, lo que ha supuesto un acercamiento de los españoles a los europeos, antes más altos".

Total. Que dentro del euro, pese a los pesares, hacía menos frío y se estaba mejor. Y se está mejor, aseguran casi todos los especialistas. "Suecia y Dinamarca están fuera del euro y no les ha ido mejor que a los que estamos dentro. Al revés", apunta Tornabell, de Esade. Igual que al Reino Unido, país en el que se ha desatado una nueva polémica sobre la oportunidad de ingresar en el euro. Pese al manejo autónomo de su política monetaria, en el tercer trimestre su PIB creció al 0,3% en ritmo interanual, frente al 0,6% de la zona euro (el 0,8% de Alemania). Y su IPC se elevó en el mismo periodo un 4,9% frente al 3,8% de la zona euro.

"Pese a ser la libra una moneda mucho más fuerte que la antigua peseta", apunta Laborda, "se ha depreciado un 25%. Con la enorme deuda que tenemos, de seguir con la peseta, la depreciación de nuestra moneda hubiera sido mucho mayor". Tornabell no sólo está de acuerdo sino que se muestra incluso más contundente. "Ante la crisis de crédito que hemos sufrido", asegura, "la posición de España hubiera sido mucho más difícil. Hubiera tenido aún más dificultad para financiarse y lo hubiera tenido que hacer a costes mucho más elevados. Lo más probable es que hubiéramos quebrado. El euro nos ha protegido". -

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