_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los abrigos voladores

Una de las pocas macrofiestas de este año nuevo celebradas en Madrid tuvo lugar, after hours, en el Palacio de Deportes. Estaba convocada con un nombre foráneo y enigmático sólo apto para iniciados: Heaven World Dance Devothica. Comenzó a las doce de la mañana del día 1 y terminó a primeras horas del día siguiente. Hasta ahí, todo en orden. Tienen todo el derecho del mundo quienes prefieren empezar el jolgorio cuando ya la mayoría de los ciudadanos están hechos polvo. La idea no está mal, aunque, si se junta mucha gente, acaba siendo siempre lo mismo de lo mismo. Hay personas que salen por la noche casi todos los días, excepto la del 31 de diciembre. Sus razones tendrán esos documentados.

Por el hilo se saca el ovillo, a no ser que los ladrones sean especialistas

La fiesta del Palacio de Deportes acabó como el rosario de la aurora. Unos individuos habían arrasado el ropero y escaparon con los abrigos y todo lo que encontraron por allí. Decenas de personas se quedaron sin documentación, llaves del coche y de la casa, y otras pertenencias de diverso calibre. Total, las maldiciones llenaron el barrio de Salamanca. Para los damnificados será inolvidable el 1 de enero de 2009, mal viento se lo lleve.

No es raro que sucedan estas cosas porque la seguridad de los roperos de muchos grandes locales de Madrid deja bastante que desear. No se entiende cómo la gente sigue depositando en ellos objetos de algún valor. Un robo exactamente igual tuvo lugar en el Palacio de Congresos del Ifema en 1996, durante la macrofiesta de Nochevieja. No sé si llegaron a descubrir a los autores. Existen otros muchos hurtos más discretos que no llegan a salir en los periódicos, pero que suceden cada día. A primera vista, el del Palacio de Deportes no parece un caso demasiado embrollado para la policía. Por el hilo se saca el ovillo, a no ser que los ladrones sean especialistas y estén bien organizados, que cada vez hay más. Conclusión: no sueltes el gabán ni en el infierno.

Los abrigos voladores del Palacio de Deportes son un aviso para navegantes. Todo parece indicar que los robos de diverso tipo se van a incrementar este año. La crisis económica multiplica automáticamente el número de chorizos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_