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Columna
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Ventana a 2009

Mañana será un día sin periódicos. Un día raro. Como en Atrapado en el tiempo, tendremos que volver a leer el periódico del día anterior, que no sólo será ya viejo, sino del año pasado. Es como si el mundo se parara y tuviera la decencia de no escupir noticias (entiéndase: malas noticias) por un día. Por supuesto, nos quedarán los diarios digitales y los telediarios, pero no son lo mismo.

Los periódicos son ventanas. Como lo son también los libros, la televisión, el cine, Internet. Todo lo que amplía nuestra visión del espacio y del tiempo, agranda nuestro horizonte y ensancha nuestra visión del mundo es una ventana. Uno se asoma y respira un aire que bombea los pulmones de lo posible: no sólo de lo que de hecho ocurre, sino también de lo que podría ocurrir. Aristóteles sentenció que la poesía es más filosófica y elevada que la historia. Esta última narra únicamente lo que ha acontecido; la primera (la poesía; hoy diríamos todo relato de ficción) engarza todo tipo de mundos posibles, lo que podría pasar y no pasa, o pasa de otra manera.

Los periódicos son una ventana a un presente que se escurre entre los dedos y enseguida es pasado

Los periódicos son una ventana a un presente que se escurre entre los dedos y que en seguida es pasado, una ventana a una historia en transición, a un tiempo fugitivo que lucha por solidificarse, permanecer, significar. Las novelas, el cine, son ventanas a vidas y mundos posibles. La televisión tiene la virtud de convertirse tanto en narración histórica como en ficción pura. Lo mismo que Internet, que ofrece panorámicas fantásticas del mundo, pero desestructuradas: la multiplicidad de sus ventanas marea a quien no ha forjado una mirada selectiva. Igualmente, los diarios digitales son animales invertebrados: lo que manda es lo ultimísimo, no lo más importante. En los diarios televisivos, por otro lado, lo que impera es la noticia coloreada con las imágenes más espectaculares. Los periódicos de papel, en cambio, son algo así como dinosaurios, animales bien vertebrados que ofrecen un guión, una narración jerarquizada y más o menos explicada de la veloz historiografía cotidiana.

Pero muchas de las noticias que recogen los diarios no hablan sólo del presente y del pasado. Pensemos en la reciente publicación del Euskobarómetro, por ejemplo. ¿No tienen la impresión de que las estadísticas no pretenden tanto leer el presente como presagiar el futuro? Técnicamente, a eso no se le llama "adivinación", sino "identificar tendencias", pero nos entendemos. Los diarios colaboran, en definitiva, tanto alimentando la incertidumbre como aliviándola.

Un día sin periódicos, el mundo parado (para nosotros). ¿Por cuáles otras ventanas mirar? Mucha gente se mira por la del espejo, que también es una ventana. En efecto, no son pocos los que se acogen al ritual colectivo de renovación, de elaborar un balance y una serie de propósitos para el año nuevo. Como Mister Scrooge, el personaje de Dickens, algunos reciben la visita de los tres Espíritus (el del Pasado, el del Presente, el del Futuro). Este último fue el que resultó más revelador para el viejo avaro: el sombrío y desolador porvenir que le avanzó le zahirió de tal forma que Scrooge se transformó, convirtiéndose en un ser amable y generoso. Ésa es la moraleja del relato: que el futuro está abierto y que cualquier previsión es siempre una ficción que nos puede llevar a cambiar nuestra conducta. Poesía e historia: nos quedamos con las dos. Urte berri on!

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