El triunfo de lo sencillo y útil
Algunos objetos pasan de las ferias de muebles a los museos
Mucho antes de que la crisis se destapara, las ferias de muebles hacían presagiar ya lo que se estaba incubando. ¿Cómo? Limitando sus apuestas o llevándolas al paroxismo: las dos caras del diseño actual. De un lado, los optimistas continúan esforzándose en mejorar la función con la forma, en inventar nuevos materiales y en cuajar muebles que acompañen y no molesten. La otra ambición quiere que el diseño sea arte. Se resiste a perder la tajada de los grandes márgenes de beneficio y ha hecho que el design art traslade el diseño de los grandes almacenes a las galerías de arte. Ambos extremos son sintomáticos. Pero sólo los trabajadores del milímetro se llevan premio este año.
Así, el alemán Konstantin Grcic tuvo que esperar sólo un mes para que su silla pasara del stand de Planck en la feria de Milán a las vitrinas del MoMA de Nueva York. La idea de trabajar un nuevo material plástico para una silla flexible y económica, útil en interior y exterior apunta al futuro por todos sus poros. Menos por el sensual. En ese frente gana el diseño mediterráneo.
Entre los cálidos, el decano del diseño español, Miguel Milá, recibió este año un Compasso d'oro a toda su trayectoria. Es la primera vez que un español logra un galardón así. Que Milá siga vendiendo lámparas TMM 50 años después de haberla ideado es ya un premio. Pero que ese reconocimiento, que resume lo mejor del diseño italiano desde 1954, salga de su territorio habitual para premiar a un manitas español parece darle la razón a Milá cuando afirma que el diseño sigue siempre la lógica más simple. Con todo, y entre los españoles, a Milá podría haberle salido un competidor en Mario Ruiz. Su banco Fuori (Viccarbe) ha conseguido el premio Red Dot, el de mayor peso en diseño industrial. La idea de deshacer la unidireccionalidad de un banco, dejando sus extremos sin respaldo tiene detrás al talento de este alicantino afincado en Barcelona y curtido en la parte más técnica del diseño industrial. Ruiz proviene del diseño con menos glamour. Justo el que precisa mayor finura. Firmó el taxímetro que más se vende en el mundo. Sierras eléctricas, teléfonos... no ha habido aparato que se le resistiese. Hace dos años, arrancó con sillería para oficinas una aventura que lo está llevando, poco a poco, de la calle al hogar. El momento es el suyo: tocan aires de contención. Su tumbona Flat (Gandía Blasco) también se ha hecho con el premio Wallpaper al mejor diseño del año.
Pero ni siquiera Ruiz está solo. Este ha sido un año importante para el diseño español. Por fin se reconoce una nueva generación. Nueva y directamente internacional. En ella, los valencianos Culdesac recibieron un Compasso d'oro por su reloj Neos (Lorenz) y el estudio italobarcelonés Lagranja (capitaneado por Gabriele Schiavon y Gerard Sanmartí) consiguió otro Red Dot por el aparcabicicletas Key (Santa&Cole). Se trata de un aparcamiento que no resulta duro ni visual ni físicamente, un rosco de espuma de poliuretano con alma de acero que resiste rasguños y graffitis y que puede confundirse con un juguete infantil. El donut rojo o negro sujeta la bicicleta por tres puntos y con su forma básica, pero sorprendente, es capaz de imprimir identidad a un parque público. A pesar de tan vistosa apariencia, la verdadera novedad, el gran cambio de este aparcabicicletas no está en su forma amable sino en su propuesta. Su resistencia deriva no tanto de la dureza del material como del convencimiento de que un elemento urbano simpático y útil será respetado. Y cuidado. La opción de ofrecer resistencia a las agresiones externas no con dureza sino con cercanía y flexibilidad abre un camino al diseño que merecería la pena explorar.
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