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Columna
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Navidades catódicas

Madrid se ve mejor en la distancia y en la primera cadena de la desnortada televisión pública

Encerrados con un solo juguete, apalancados frente al televisor en este invierno de todos los inviernos, esperamos agazapados que amaine el temporal. La calle es un espacio hostil, pues a la vuelta de cada esquina sopla el viento gélido de la gran depresión que en unos meses se ha trasvasado de los gráficos y las cifras a las conciencias ciudadanas. Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, que suele mostrarse moderado y conciliador en sus manifestaciones públicas, se pasa, con armas y bagajes, al bando apocalíptico en la entrevista publicada el pasado domingo por este diario: "Los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan". Se cierra el círculo vicioso, la pescadilla se muerde la cola y se retroalimenta.

Y los que no somos ni empresarios, ni inversores, ni banqueros, sólo consumidores devaluados, sufrimos los efectos de tanta desconfianza en nuestras trincheras y avizoramos desde las pantallas domésticas el negro horizonte de una cuesta de enero que se prevé más cuesta arriba que nunca. En tumultuosa cascada caen sobre nosotros los anuncios de productos que no podremos adquirir, de viajes que no podremos hacer. Consumidores consumidos, afrontamos las amenazas de lo que nos espera todavía. Para ahuyentar a los malos espíritus desatados, que compiten encarnizadamente con los benéficos iconos de la Navidad, nos refugiamos en el mundo virtual; si descontamos los programas informativos e ignoramos el latiguillo incesante de la palabra maldita en todos los foros, incluso en los más frívolos e inanes, de la televisión, parece que no ha pasado nada. Bailan y bailan a cuenta del presupuesto público, con pasos torpes y sonrisa impostada, famosos y famosillos de tres al cuarto, suenan almibarados villancicos y estribillos publicitarios, lucen las luminarias eclécticas de la Navidad. Se llevaron la paz de nuestras vidas los hombres de mala voluntad, Mr. Madoff es el anti-Papá Noel, el anti-Robin Hood que robó a los ricos para hacerse más rico que ellos.

El Ayuntamiento de Madrid pone su granito de arena en los ojos de la noche; aprovechando las brumas de la Operación Guateque, e invocando a los malos farios de la inseguridad ciudadana y de la violencia urbana, el Ayuntamiento cierra bares, discotecas y garitos en los que se hacía música en directo para aliviar pesadillas y disipar fantasmas. Crecen el miedo y el tedio a salir de noche, aunque se teme más la clavada de la cuenta que presentará el camarero que a la puñalada trapera del maleante emboscado en las sombras. Mejor quedarse en casa a buen recaudo, consumiendo energía, proteínas y televisión para sobrevivir al invierno. Telemadrid es un desierto salpicado puntualmente con las soberbias palmeras del autobombo comunitario. Aquí Esperanza es la reina de la Navidad y Güemes su paje favorito que se sopla el flequillo y apunta una sonrisa de circunstancias cuando los profesionales hospitalarios y sus pacientes no le agradecen sus hospitalarios dones, los nuevos hospitales de bolsillo y privatizados.

Si no fuera por algún resquicio informativo, superviviente de mejores tiempos, y por las constantes apariciones de la presidenta, Telemadrid sería un canal deslocalizado en el que se exhiben viejas películas y series de saldo. Madrid se ve mejor en la distancia y en la primera cadena de la desnortada televisión pública. En la distancia de dos series veteranas y vertebradas por la memoria histórica reciente. Es la ciudad de Amar en tiempos revueltos y de Cuéntame cómo pasó, documentadas y amenas crónicas de los años de posguerra y del final del franquismo y los primeros años de la transición democrática. En Cuéntame..., la serie creada en 2001 por Miguel Ángel Bernardeau, la realidad y la ficción se funden en la mezcla de imágenes documentales, cinematográficas y televisivas con las de los personajes de ficción, los guiones puntúan la actualidad política y social con rigurosa cronología y los actores, viejos conocidos del cine y la televisión o jóvenes debutantes encarnan con verosimilitud y sin aspavientos sus personajes casi arquetípicos.

Amar en tiempos revueltos, es una serie catalana, basada en Temps de silenci y firmada por Josep Maria Benet i Jornet, Rodolf Sirera y Antonio Onetti, tres dramaturgos y guionistas de acreditada solvencia y trayectoria. La serie utiliza el blanco y negro documental para fundir en el gris plomo de la posguerra. Un retrato coral y sociólogico servido por un reparto sin mácula. Dos buenas opciones para permanecer en el refugio.

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