Me siento como Bush
Mi mes en el Unicaja casi ha llegado a su fin y Marcus Haislip ha vuelto después de su lesión y me ha sacado de las rotaciones. Por supuesto sabía que llegaría este momento, pero el saberlo de antemano no suaviza el golpe. Es hora de cambiar. Una vez más.
En Estados Unidos tenemos una expresión para esto. Es lo que llamamos lame duck, literalmente "pato cojo", o alguien que ni pincha ni corta. Por ejemplo, George W. Bush en la actualidad es un presidente que ni pincha ni corta. Sigue siendo el presidente, pero se ha elegido a uno nuevo y no hay demasiadas cosas referentes al ejecutivo del antiguo presidente que puedan considerarse interesantes. Unos cuantos indultos de dudosa moralidad y su labor habrá terminado. Hace ya tiempo que los medios de comunicación empezaron a centrarse en el nuevo rostro.
Bush es para la política estadounidense lo que yo soy para el Unicaja de Málaga. Nunca pensé que tendría tanto en común con el peor presidente que podemos recordar, pero así es. Los dos nos estamos preparando para ser sustituidos por alguien más fascinante (y dotado de más melanina).
Mientras analizaba mi irrelevancia sentado en el banquillo durante el último partido para el que podían convocarme -un choque de la Euroliga en el que derrotamos a un equipo italiano-, me vinieron a la mente los equipos de la NBA que ni pinchan ni cortan. La analogía es un tanto imprecisa, pero me preguntaba, como es habitual en mí, qué ocurre con los equipos que saben perfectamente que se han acabado sus respectivas temporadas. Por ejemplo, los Wizards de Washington. Los Wizards llevan un pésimo parcial de 4-19. No van a pasar a los playoffs de la NBA, de modo que no se juegan nada. ¿Cómo afrontarán entonces los partidos del resto del año alguien como, pongamos, Darius Songaila?
Con un récord de 9-16 en la todavía encarnizada Conferencia Oeste, los Grizzlies de Memphis también deben de saber que su temporada se ha ido al garete. ¿Qué les estará diciendo Marc Iavaroni a Marc Gasol y compañía estos días?
Es algo que ya he visto desde el otro lado de la barrera, porque he jugado en equipos malos de la NBA, aunque fuera por poco tiempo. Pero al menos tenía que trabajar por ganarme la renovación. No puedo imaginarme qué es lo que motiva a un jugador en el segundo año de un contrato de seis para saltar a la cancha y sudar la camiseta cuando hace tiempo que su equipo quedó fuera de la lucha por los playoffs. La respuesta es que hay muy pocas cosas que le motiven. Y ésa es la razón de que la temporada regular de la NBA se haga insufriblemente larga.
¿Por qué no deshacerse de los equipos que ni pinchan ni cortan? Tiene que haber una solución. Y tal vez esté en la propia ACB española. ¿Por qué no desciende la NBA a los equipos? ¿O permite que los equipos de la parte baja de la tabla compartan a sus jugadores a mitad de temporada? ¿O sencillamente borra del calendario a los cuatro peores equipos y les hace entrenarse durante ocho largos meses? La razón, naturalmente, es el dinero. Por raro que parezca, la gente sigue comprando entradas aunque sus equipos fracasen estrepitosamente en su lucha por mantenerse a flote. No obstante, algo me dice que comprarían más entradas si existiera el riesgo de que los Timberwolves de Minnesota compitieran en la Liga de Desarrollo de la NBA.
No sé cómo iniciar un movimiento, así que dejaré que lo hagáis vosotros. Deshaceos de los equipos de baloncesto que ni pinchan ni cortan. Al igual que yo en el Unicaja, carecen de relevancia. Exigid que introduzcan un sistema de descensos en la NBA. Es lo más compasivo que se puede hacer.
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