Barcelona para huchas ligeras
Cinco planes anticrisis en familia para sobrevivir a las Navidades. Paseos en tranvía, estatuas vivientes en las Ramblas, meriendas muy golosas y divertidos museos como el Cosmocaixa
Ya están aquí las vacaciones de Navidad. ¡Dios mío! Los niños en casa, los gastos extras, la crisis. Que no cunda el pánico. Aquí van cinco planes divertidos y baratos para hacer en familia. Y todo sin salir de Barcelona.
01
Nada como ir al bosque con las criaturas, que corran, que corran, que eso no cuesta y ya de paso que aprendan un poco sobre el reino vegetal. El parque de la Oreneta, al que se puede llegar en transporte público porque está en la misma Barcelona (barrio de Sarrià), es el lugar ideal para pasar un día entero con los chavales. Son 17 hectáreas de bosque mediterráneo, con árboles y arbustos además de plantas aromáticas, reconocibles hasta para el más ignorante en temas botánicos -pino carrasco, pino piñonero, encinas, robles, retama, acebo, romero, tomillo-, que se pueden ir señalando a los chicos mientras se va ascendiendo por los caminos hasta llegar a una de las grandes atracciones del parque: un ferrocarril en miniatura. Construido por los miembros del Centro de Estudios Modelismo Vapor en 1981, a este pequeño tren apto para pequeños y grandes no le falta de nada en sus 636 metros de recorrido (dos túneles, un viaducto, estación, apeadero y hasta los billetes de cartón duro de épocas pasadas). Después del paseo (sólo abren los domingos de 11.00 a 14.00), se puede hacer pic-nic en plan campestre (cesta de mimbre y manta en el suelo, tortilla de patata y filete empanado) o en alguna de las mesas que existen para ello e incluso optar por el chiringuito. Tampoco faltan las áreas de juegos para todas las edades e incluso la posibilidad de darse una vuelta en poni.
'Pic-nic' en el parque
Un plan baratito para estos tiempos que corren y que se puede plantear como un juego. Pregunta: ¿a ver quién sabe cuántos medios de transporte se pueden utilizar en Barcelona? "El coche, el autobús, el ferrocarril, el tranvía y el metro", responden diligentemente los chicos como niños listos que son. Sí, listos, pero se han olvidado de unos cuantos. Vamos a la clase práctica. Se puede empezar por un clásico obligatorio para todo niño barcelonés: el tramvía blau (el tranvía azul). Fundado en 1901 para alcanzar la cima del Tibidabo, el pequeño tranvía salva, lentamente, la empinada cuesta que separa la plaza de Kennedy de la plaza del Doctor Andreu. Un agradable paseo contemplando las mansiones de las familias pudientes del siglo XX hoy reconvertidas en colegios, empresas y restaurantes. Una vez arriba, y después de contemplar la magnífica vista de la ciudad, se puede optar por continuar viaje en otro medio de transporte diferente, el funicular del Tibidabo, que llega hasta el parque de atracciones (fuera de presupuesto en este caso). Otro funicular es el de Montjuïc, que une el Paralelo con el otro pulmón de Barcelona. Es allí donde llega también el tercer transporte del juego, no apto para los que padecen vértigo, que no es otro que el teleférico. Construido para la exposición de 1929, la pequeña cabina, con capacidad para 19 personas por viaje, cuelga a unos 70 metros de altura y une la Barceloneta con el monte de Montjuïc. Y por último, un paseo por el puerto en las tradicionales golondrinas. Dos opciones, el paseo tradicional por el puerto en la embarcación más lenta, más antigua, pero también con más encanto y que dura unos 35 minutos, y para los muy marineros existe el paseo largo (130 minutos), a bordo de una embarcación más moderna, cubierta y con el suelo de cristal para ver no se sabe muy bien qué y que recorre el litoral hasta la zona del fórum.
02
Un buen plan para una tarde invernal. ¿Os apetece un chocolatito calentito? Pero primero y para ir haciendo boca, lo mejor es visitar el Museo del Chocolate, una golosa iniciativa del Gremio de Pastelería de Barcelona, en el que se aprende, entre otras cosas, el origen del cacao, su llegada a España y su posterior expansión por Europa, a la vez que se recuerdan anuncios míticos del cacao y sus derivados (sí, el del Cola-Cao también) o se admiran figuras enormes de chocolate realizadas por pasteleros artesanos. A la salida, ya con la lección sabida, se puede merendar un rico chocolate con melindros, que es, según lo que dicen en el museo, lo típico de Cataluña. Otro lugar recomendable para merendar chocolate es el Café de la Ópera (Rambla, 74), un clásico que comenzó como chocolatería en el XIX y que hoy conserva todo su ambiente y decoración modernista (fue reformado en 1928), o algunas de las dos granjas de la calle del Petritxol, la Granja Pallaresa (Petritxol, 11) y la Granja Dulcinea (Petritxol, 2).
Viajes de altura
Para esta propuesta se necesita cambio, monedas de todos los tamaños en el bolsillo para premiar el arte de los artistas callejeros. Si en Londres el viajero reserva un hueco para acercarse a Camden Town y divertirse con los espectáculos callejeros, en Barcelona su cita es en la plaza de la Catedral (siempre hay alguna actuación, baile, teatro, música, magia) y alrededores (suele haber músicos en la animada Puerta del Ángel). No puede faltar un paseo por las Ramblas para admirar a las estatuas humanas que siempre sorprenden y que últimamente han sofisticado sus vestuarios y actuaciones. Bajando, bajando, después de los quioscos de pájaros y otros animales; tras los coloristas puestos de flores y atravesando a los pintores y artistas se llega al monumento a Colón, que cuenta con un ascensor cilíndrico para subir hasta el mirador con vistas panorámicas.
03
Barcelona tiene una amplia oferta científica para toda la familia. Aprendes y aprenden. Una manera diferente de comprender la ciencia es una visita al CosmoCaixa-Museo de la Ciencia, donde destaca el ecosistema amazónico, el planetario, el toca-toca, y unas explicaciones entendibles para todos. No puede faltar tampoco una visita al Museo de Ciencias Naturales de Ciutdadella, con su amplia colección de animales y de minerales, y si lo que gusta es la botánica, nada como un paseo por el parque Botánico de la ciudad. Una maravilla, la verdad.
Chocolate y melindros
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