_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pop Music

José Luis Pardo

Nótese: apócope de popular music, música popular. Y esta última, por su parte, distíngase cuidadosamente de "música folclórica". El Folclore es característico de las sociedades tradicionales preindustriales y rurales. La música popular es, por el contrario, la banda sonora de la ciudad industrial del siglo XIX, la melancólica, decadente, grotesca y cómica canción que acompaña los avatares de la clase obrera. Se diría que durante cien años estuvo esperando su momento, en el café-concert, en el music hall, en la zarzuela y el vodevil, por una parte, y por otra en los territorios de exclusión racial en los que se mantenían los esclavos negros llevados de África a América, cuya infinita tristeza no se hizo del todo melodía hasta que la emancipación arrojó a estas poblaciones a una vida errante, breve y brutal, pero también dispersó los garitos de jazz por medio mundo. Condiciones demográficas, económicas, políticas y religiosas peculiares se dieron cita a mediados del siglo XX en América para que la grabación de discos, los nuevos instrumentos eléctricos, los programas de radio y la gente joven constituyesen la fórmula mágica de la que nació en 1954 el rock and roll. No habría sucedido sin Elvis, pero tampoco sin dos personas como Leiber y Stoller (parece increíble, pero son autores de temas tan dispares como On Broadway, Stand by me, Kansas City y Trouble o el rock de la cárcel), que a su vez ficharon a Phil Spector. Tampoco habría sucedido sin Bob Dylan, que literalmente inventó una nueva manera de cantar que escapaba del folk tradicional, y desde luego lo demás lo hicieron los Beatles, que en algún sentido reunían en sus biografías todas las piezas del puzle y que contaban con dos compositores de la talla de Leiber y Stoller (Lennon y McCartney), que además eran también dos poderosos cantantes. Durante esta edad de oro de la música pop se alcanzaron cotas antes nunca conocidas de creatividad y de experimentalismo, además de producirse lo que podríamos llamar una extrema arrogancia: seguramente por haber disfrutado de esa mínima tregua que fue el Estado social y su bienestar penosamente arrancado a los tambores de guerra y a los vértigos del mercado, el espíritu de la música pop encontraba ridículo, absurdo, inicuo y canallesco lo que las dos superpotencias que poseían el mundo estaban haciendo con él; ese respiro permitió por primera vez a algunos hijos de las clases trabajadoras alcanzar la educación superior, y durante él no solamente se convirtieron en el público entusiasta de la música pop sino que también pudieron entrever la posibilidad de una existencia cuyo objetivo no fuera enriquecerse ni imponerse al prójimo o intentar en vano huir del hambre y del frío. Estas condiciones de libertad excepcionales, que afectaron también con importantes consecuencias a otros territorios estéticos, acabaron en cuanto lo hizo la década de 1960, y las décadas siguientes significaron un retorno al orden y a la seriedad, en donde la música popular ha tenido que desarrollarse con un margen muy escaso de libertad con respecto al puro y duro negocio (a ver quién es hoy capaz de reírse de las hazañas bélicas y de las cuentas de resultados); ha ido cambiando, pues, como lo ha hecho la clase obrera posindustrial cuyo himno constituye, y como lo ha hecho la ciudad de la cual es la banda sonora.

José Luis Pardo (Madrid, 1954) es autor de Esto no es música. Introducción al malestar de la cultura de masas (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores)

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_