Defensora de lo público
Había llegado a la Universidad de Navarra gracias a una beca. Era una buena estudiante con unas notas excelentes. Su primera sorpresa fue escuchar al profesor de Anatomía Patológica decir que ninguno de sus alumnos conseguiría jamás un sobresaliente.
-El 10 estaba reservado para dios. Solo él podía sacar esa nota, porque solo él era la perfección absoluta.
No era la única extravagancia del profesor de anatomía. A su clase asistía un centenar de alumnos. A las cuatro chicas las sentaba en primera fila. Al terminar la clase, se dirigía a ellas y les decía: "No se preocupen si no han entendido algo, amablemente se lo explicaré a ustedes más tarde".
Pilar Triguero Vilreales estaba tan indignada que acudió al despacho del rector a protestar por el talante del profesor de Anatomía. No era la primera vez que expresaba su disconformidad. Ni sería la última.
"Los símbolos religiosos deben quedar fuera de la escuela pública"
"No entiendo que impongamos a niños el estudio de la religión católica"
Aquella joven nacida por azar en Manacor hace 45 años, pero criada desde los tres en Córdoba, no comulgaba con el espíritu religioso que presidía la universidad navarra, dirigida por el Opus Dei. Pero su madre era del Opus y de misa diaria. No resulta extraño que enviaran allí a su hija a diplomarse en Fisioterapia.
Lo mismo que no era extraño que hubiera pasado 14 años en el colegio de La Milagrosa de Córdoba, dirigido por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. Allí estuvo desde el preescolar al COU.
Quizá por todo ello, años más tarde Pilar Triguero se convirtió en una firme defensora de la escuela pública y laica. Sus dos hijos estudian en un centro público y ella es presidenta de Codapa (Confederación Andaluza de Padres y Madres del alumnado por la educación pública), que agrupa a 2.800 Apas (Asociaciones de padres de alumnos), con más de 200.000 asociados.
-Mis padres no entendían que después de la educación que yo había recibido, su primer nieto varón terminara en una escuela pública.
Y no en una escuela pública cualquiera.
Pilar Triguero aprobó una de las primeras oposiciones como fisioterapeuta en el hospital Reina Sofía de Córdoba. Cuando tenía 23 años, se casó con un carpintero de Fuengirola, población a la que, como tantos cordobeses, acudía de veraneo. Y se fue a vivir a Mijas. Nace su primer hijo, Federico. "Desde el primer momento, quise que mis hijos conocieran que el mundo era otro, muy distinto al que yo había vivido en Navarra".
Por ello, solicita plaza en el colegio público más cercano a su domicilio, Las Cañadas, a las afueras de Mijas Costa.
-Cuando lo vi, estuve a punto de tirar a la basura mis convicciones sobre la escuela pública. El colegio tenía una pésima reputación. Muchos padres lloraban cuando le daban plaza allí-, recuerda Pilar.
Los vecinos culpaban de la mala fama, entre otras razones, a la presencia de 17 niños gitanos. Pero había más: el colegio estaba dejado de la mano de dios. "Las persianas estaban rotas, había socavones enormes en el patio, hasta el punto de que mi hijo de tres años cabía en uno de ellos, los profesores pensaban que aquel era un destino provisional, los padres que dirigían la APA habían renunciado...".
Hoy, los padres lloran, pero cuando no tienen plaza para sus hijos en Las Cañadas. Además de que el desarrollo urbanístico ha eliminado el asentamiento gitano, la APA Sierra del Mar dirigida por Pilar Triguero inició una frenética actividad. En poco tiempo, más de 500 familias eran socias. Entre ellas, varias gitanas. Se adecentó el colegio y sus profesores comenzaron a mirar aquel destino como definitivo.
Hace de eso 16 años. En ese tiempo, Pilar Triguero ha recorrido una larga carrera dentro del asociacionismo educativo en todos los niveles: provincial, regional y nacional. Forma parte del Consejo Escolar del Estado y de Andalucía. Sigue siendo presidenta de la APA donde estudian sus hijos, que representa a los padres de casi 2.000 alumnos del colegio Las Cañadas (preescolar y primaria) y del Instituto Sierra de Mijas. A la pequeña le queda un curso más, y cuando termine, Pilar deberá abandonar su actividad en Codapa.
Habrán sido 18 años dedicados a la causa de la escuela pública que incluso le ha perjudicado económicamente. Sus cargos no son remunerados. Horas y horas de trabajo y miles de kilómetros recorridos. Pidió una excedencia como fisioterapeuta del SAS y más de un día debe cancelar las citas con sus pacientes privados. Todo, por defender una escuela pública de calidad, democrática, tolerante, laica y plural. ¿Cuál es el principal problema de esa escuela?
Pilar no duda un instante: la credibilidad. "Tenemos los mejores profesionales, las mejores instalaciones, el mejor entorno social y no sabemos venderlo". De acuerdo, pero ¿y el altísimo nivel de fracaso escolar?
La presidenta de Codapa prefiere hablar del fracaso de la sociedad antes que del fracaso del alumno.
-Los chicos escuchan a diario que estudiar no sirve para nada, que siendo albañil ganas verdaderas fortunas, que para qué desperdiciar tantos años en la escuela, que hay licenciados con el título colgado de la pared y vendiendo libros por las casas. Si ese es el mensaje de la sociedad, ¿cómo se van a plantear estudiar?
La escuela es además campo de batalla donde confluyen fuerzas muy poderosas, entre ellas, la Iglesia católica. Pilar, que ha pasado casi la mitad de su vida en aulas con olor a incienso, tiene claro que los símbolos religiosos, "sea el crucifijo o la estrella de David", deben estar fuera de la escuela.
-En este instituto hay alumnos de 32 nacionalidades. Si debemos enseñarles a los chicos el respeto a los demás, no entiendo que desde la infancia les impongamos el estudio de una religión, la católica, o que se pasen cinco horas viendo un crucifijo encima de la pizarra.
En las aulas públicas, el 10 no debe ser para ningún dios, sino para el alumno más aplicado.
"Un azote no es maltratar a un hijo"
La sentencia que condena a una madre de Pozo Alcón (Jaén) a 45 días de prisión por malos tratos a su hijo de 10 años, al que le pedía que hiciera los deberes de clase, ha alborotado a la comunidad educativa. ¿Un cachete es maltrato?
Pilar Triguero, presidenta de Codapa, afirma:
-Estamos llegando al reino del absurdo. Un azote esporádico no es maltratar a un niño. Peor es el maltratato psíquico continuado, del tipo: niño, tú no sirves para nada.
La protestada sentencia plantea de nuevo el papel de padres y profesores en la educación de los niños. Los padres, afirma Triguero, deben apoyar al niño en el estudio diario, pero en colaboración con los centros. Porque no todos los padres tienen el nivel de conocimientos suficientes para ayudar a los que cursan los últimos cursos de EGB.
Por su parte, los maestros deben aceptar su papel de educador y no solo de enseñante, sostiene Triguero. "Se ha pasado de un tiempo en el que el maestro era la mayor autoridad del pueblo, al maestro colega de sus alumnos". Se educa con el ejemplo, en casa y en la escuela. Cuando un profesor "le dice a un alumno: no me importa lo que vaya a ser de ti en el futuro, no con esas palabras, pero sí con los hechos, lo está educando en la desidia y en el esto no sirve para nada".
Algunos padres comprenden cual es su papel y se suman al trabajo de las APA (asociaciones de padres). Triguero destaca que en los niveles más básicos, el 90% son mujeres. Sin embargo, en la dirección regional el porcentaje se invierte: "la mujer sigue teniendo más dificultades para moverse".
Aun así, mujeres como Pilar Triguero se desviven al servicio de la escuela pública sin abandonar sus placeres más privados: leer y bailar salsa y sevillanas. Eso sí, su deporte favorito, la hípica, ha tenido que abandonarlo.
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