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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ródchenko y sus visitantes

No sé si el éxito de la exposición Ródchenko en la Pedrera debe atribuirse al hecho de que Barcelona sea una ciudad tan interesada por el diseño, en cuya historia Ródchenko fue un personaje clave, o simplemente a que la entrada es gratis. No sé si los visitantes son conscientes de que en esas salas no sólo se expone una colección extraordinaria de las obras con las que Ródchenko renovó la pintura, la escultura, el diseño, el collage, la fotografía y la publicidad, sino que se desarrolla ante ellos un drama fáustico, maravillosamente ilustrado, de la alianza entre el poder soviético y los artistas de vanguardia. Por cierto que en La Pedrera se ha representado en los últimos años, con la cadena de las exposiciones Kandinsky-Malevitch-Ródchenko, los tres actos de ese drama; ahora cuando nos detenemos ante los famosos lienzos monocromos, el amarillo, rojo y azul con los que Ródchenko contribuyó a la exposición 5 x 5 = 25, de Moscú, en 1921, (el otro día, frente a esos lienzos, unos chicos jóvenes se partían de risa; ¡angelicos!), ¿cómo no recordar que en la misma sala y precisamente en la misma pared se exhibieron hace un par de años el Cuadrado negro, la cruz negra y la esfera negra sobre fondo blanco de Malevitch? Las preciosas variaciones de "negro sobre negro" de Ródchenko y sus monocromos amarillo, rojo y azul son el comentario o la respuesta a aquel lienzo-bandera del suprematismo que es uno de los tres o cuatro más importantes en la historia de las vanguardias. Con esos monocromos Ródchenko llevaba el arte de la pintura a su conclusión lógica y se despedía de ella: "Ya basta de representar, se trata de construir", dijo. Con razón pudo jactarse: "Nosotros fuimos los primeros en ir a trabajar con los bolcheviques. Y no sólo fuimos a ellos, sino que arrastramos de los cabellos a muchos artistas del Mundo del Arte y de la Unión de Artistas rusos. Fuimos los primeros en diseñar manifestaciones soviéticas. En sovietizar y enseñar en las escuelas de arte. Los primeros en organizar producciones artísticas soviéticas. Hicimos los primeros pósters, banderas...".

Con estas obras Ródchenko renovó la pintura, la escultura, el diseño, la fotografía y la publicidad

El otro día en La Pedrera me llamó la atención una curiosa pareja de visitantes, compuesta por una española y un ruso; ella intentaba calmar al hombre, ya entrado en años, que echaba pestes -sus razones tendría y no cuesta imaginarlas- contra la colección de carteles publicitarios que realizó Ródchenko con textos de Maiakovski para anunciar tabacos, bebidas, relojes y otros artículos que se podían comprar en los grandes almacenes moscovitas: "Todos los fumadores, siempre y en todas partes, muestran preferencia por la estrella roja. /En ninguna parte como en Mosselprom". Eslóganes como éste, que en ruso rima, y el diseño llamativo, en bonitos colores, con juegos tipográficos ingeniosos y sorprendentes, llenos de signos de admiración y de flechas, ponían al señor ruso de pésimo humor. En cambio, para Ródchenko eran los frutos de sus años más exaltantes, cuando trabajaba codo a codo con Vladimir Maiakovski: "Todo Moscú estaba empapelado con nuestros productos. Los anuncios de Mosselprom y los quioscos eran nuestros...".

Durante unos años lo revolucionó todo. Luego el realismo socialista se impuso; Maiakovski, denostado, perseguido y aislado, se suicidó, y suerte tuvo Ródchenko en salvar el pellejo y, tras escribir la oportuna autocrítica, obtener trabajo como fotógrafo, por ejemplo para documentar y celebrar la obra faraónica del canal del Mar Blanco, en la que los prisioneros sometidos a trabajos forzados murieron como mascas. En los últimos años volvió secretamente a la pintura, una pintura abstracta que no tenía ninguna posibilidad de exponer. El terrible balance de tanta agitación, tanto talento y tanta pasión: "No sé si he nacido demasiado pronto o demasiado tarde"...

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