_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Hay un camino a la izquierda?

¿Dónde quedó mi niñez? ¿Quién se robó mi ilusión? Estos versos de uno de los tangos más bellos, Tinta Roja, han surgido repentinamente y se han instalado en el inicio de este artículo sin reflexión ni premeditación. La patria de cada uno como probablemente escribió Manolo (Vázquez Montalbán) es la infancia, el barrio, la ciudad que fuimos descubriendo y conquistando calle a calle. Los de aquella generación percibimos así la miseria de nuestro entorno, la fealdad ambiental y la pobreza de los barrios trabajadores, el contraste con la lujuria de los comercios del centro y la ostentación de las fachadas ricas, el miedo silencioso en los rostros de tanta gente y la miseria cultural del espacio público monopolizado por el poder político.

Nuestra "izquierda gobernante" no parece pretender otra cosa que volver a la situación anterior, como si fuera posible

La ciudad fue nuestra universidad política y como los ciudadanos de la revolución francesa nuestra patria fue la izquierda, la resistencia al franquismo, las causas populares, las esperanzas generadas por las ideas y los combates compartidos. Recuerdo haber leído hace muchos años El nacimiento de nuestra fuerza, de Victor Serge, crónica novelada de la Barcelona obrera de 1916, relato dominado por la presencia de Darío, que así llama al líder sindicalista el Noi del Sucre. Darío, contemplando la ciudad desde la montaña le dice al cronista: esta ciudad la hicimos los trabajadores, la burguesía nos la ha arrebatado pero un día la conquistaremos, y será nuestra.

Esta asociación de ideas se produjo cuando quería comentar la ciudad ante la crisis generada por la locura enriquecedora del capitalismo financiero y la complicidad de los gobernantes. De pronto me ha golpeado la ausencia de la izquierda, como política, como cultura, como reacción moral, como indignación y como proyecto denunciador, movilizador y alternativa a un sistema unido irremisiblemente a la injusticia, a la corrupción y a la catástrofe. ¿Qué fue de nuestras ilusiones? ¿Por qué nos hemos quedado sin épica y sin lírica? Proclamamos el protagonismo de las ciudades, de Barcelona ante todo, y ahora el gobierno de la ciudad solamente se propone poner algunos paños calientes en forma de promover suelo barato para viviendas y algunos programas para atenuar los efectos del paro.

Mejor esto que nada, pero ahora es el momento de plantear respuestas ambiciosas y radicales. Aquí se asumió acríticamente la ideología tan absurda como peligrosa de la competitividad urbana, pensando que esto nos daba los medios para hacer una ciudad más democrática. Al principio así fue, pero las dinámicas dualizadores globales pronto se manifestaron, la ciudad futura se hacía en periferias y enclaves (Saskia Sassen, que nos ha mostrado luego la otra cara de la ciudad global que primero exaltó). Periferias metropolitanas donde la ciudad se disolvía (urbanalización según Paco Muñoz) y la desigualdad social, la insostenibilidad ambiental y la desgobernabilidad del territorio se imponían. Mientras que la ciudad central se convertía en un oasis del cual se iba a expulsar gradualmente a los sobrantes, inmigrantes, pobres y desocupados, familias de ingresos bajos, jóvenes. No olviden las siniestras ordenanzas del civismo.

En Cataluña más de lo mismo. Se gestiona con buena voluntad que las empresas despidan poco a poco para restablecer sus altos beneficios, se solicita a las entidades financieras que, por favor, den crédito a las empresas productivas con el dinero que reciben del Estado, se compran viviendas para salvar a promotores y constructores. Lo mismo que propone Sarkozy, ni siquiera se sigue a Gordon Brown, que nacionaliza bancos, ni al programa socializante de la nueva dirección del socialismo francés. Es decir, nuestra "izquierda gobernante" no parece pretender otra cosa que volver a la situación anterior, como si fuera posible y como si las mismas aguas no trajeran los mismos lodos. Si éste es el mundo de la izquierda, paren, por favor, yo me bajo.

Que reste-t'il de nos amours, ¿dónde estará la izquierda de mis sueños de juventud? La crisis del 29 que se compara con la actual dio lugar a partir de los años 30 a las políticas keynesianas, se legitimó el welfare state, produjo el new deal roosweltiano. Y fueron las luchas sociales, la emergencia de los partidos comunistas, los frentes populares y el temor a las revoluciones como la soviética, que civilizó relativamente el capitalismo. Cuando esto no ocurrió el vacío lo ocuparon el fascismo y el nazismo.

¿Qué propuestas realmente reformadoras del capitalismo salvaje globalizado nos proponen las izquierdas institucionales? Nada que modifique los mecanismos de acumulación de capital, que acabe con la impunidad y la prepotencia del capital financiero, que promueva la movilización social y garantice el control social sobre los bienes básicos. Domina el miedo a las ideas propias, o las olvidaron o nunca se tuvieron. Pero es el momento histórico de vencer el miedo a pensar, a luchar y a proponer alternativas de sociedad, no simplemente parches a favor de los mecanismos y de los intereses responsables de la crisis.

Los llamados reformistas son siempre conservadores; para hacer reformas hay que tener pensamiento revolucionario. Y este pensamiento nace de la resistencia local, en las ciudades, a la crisis global. En las ciudades se viven los efectos de las crisis, en ellas están las fuerzas sociales y morales que pueden proponer alternativas a un mundo globalizado que produce más catástrofes que bienes, que concentra la riqueza en vez de distribuirla, que ofrece lo que no da, que genera el miedo y la exclusión... Y que tiende a convertirnos a todos en pollos tontos de invernadero. Ahora que no habrá pienso para todos quizás podremos despertar del sueño del capitalismo jauja que todos los gobernantes nos vendieron.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_