Odetta Gordon, voz arrolladora del 'folk'
Defensora de los derechos civiles, inspiró a Dylan y Baez
La cantante de folk y blues Odetta Gordon, de 77 años, falleció este martes en el hospital Lenox Hill de Nueva York, después de una década postrada en una silla de ruedas y luchando contra dolencias cardiacas y una fibrosis pulmonar. Con ella se marcha la voz más arrolladora que conoció la música de raíz afroamericana durante las décadas de los cincuenta y sesenta, una militante activa en la defensa de los derechos civiles y un personaje decisivo para que Bob Dylan se sumergiera en la canción de autor en el efervescente Greenwich Village neoyorquino de aquellos años.
Odetta había nacido en Birmingham (Alabama), la Nochevieja de 1930 y padeció en carnes las injusticias sociales y la segregación racial. Su voz llamaba la atención desde pequeña y su madre ahorró el poco dinero que tenía para que pudiera asistir desde los 13 años a clases de canto clásico y teatro musical. Odetta aprendió algo de técnica, pero no tardó en comprender que el suyo debía ser un camino bien distinto: el de las canciones tradicionales de trabajadores, esclavos, prisioneros y amas de casa que llegaban desde el sur más profundo del país.
Con 19 años ya ganaba unos pocos dólares como asistenta doméstica en Los Ángeles y se fogueaba en los clubes nocturnos de San Francisco. Ahorró hasta poder viajar en 1953 a Nueva York para conocer el mítico club de folk Blue Angel. Allí la descubrieron Pete Seeger y Harry Belafonte, que intercedieron para que Odetta pudiera grabar su primer elepé, The tin angel.
Tesitura de soprano
Su garganta torrencial, de potencia desbordante y tesitura de soprano, hizo el resto. Dylan confesó en 1978: "Ella fue lo primero que me movió hacia la música folk. Cuando escuché su disco Odetta sings ballads and blues me aprendí todas las canciones". Durante la mágica década de los sesenta grabó hasta 16 discos; entre ellos, curiosamente, Odetta sings Dylan, pero también It's a mighty world o una mítica entrega en vivo desde el Carnegie Hall. Harry Belafonte o Joan Baez le confesaron siempre su deuda artística.
Con todo, ningún hito quedó grabado con tanta fuerza en el imaginario colectivo estadounidense como su participación, en agosto de 1963, en la marcha a Washington en defensa de los derechos civiles. Al frente de aquella comitiva interpretó O freedom y se convirtió en un símbolo equiparable a Rosa Parks, la primera mujer negra que se negó a ceder su asiento a un blanco en el autobús. De hecho, Parks declaró: "Todas las canciones de Odetta son las que mejor nos representan".
Su estrella se desvaneció en las décadas sucesivas, pero en 1999, ya enferma, renació con Blues wherever I go, una rotunda demostración de vigor. Aquel mismo año, el presidente Bill Clinton le impuso la Medalla Nacional de las Artes como reconocimiento a toda su trayectoria.
El nuevo siglo aún trajo tres nuevas grabaciones de Odetta: Livin' with the blues, Looking for a home y Gonna let it shine, que le permitió el año pasado ser finalista en los Grammy por el mejor álbum de folk tradicional.
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