Una necesaria asociación con China
La escéptica y obstinada potencia asiática no comparte el entusiasmo de Occidente por Obama. La única forma de evitar un choque entre dos visiones del mundo es un compromiso profundo
Me dicen que, en chino, obamamanía podría quizá decirse aoba ma kuang re; pero la verdad es que he encontrado muy poca en Pekín. El viajero que llega de un Occidente eufórico por la perspectiva de la presidencia de Obama se lleva un chasco en la capital de la potencia emergente más importante del mundo. He hablado con algunos jóvenes a los que les gusta bastante -porque es joven, representa el cambio y no es el occidental blanco clásico-, pero las reacciones de otras personas de más edad y que conocen la política exterior china van desde la seriedad hasta la suspicacia, pasando por el escepticismo.
De hecho, China es uno de los pocos lugares del mundo que tal vez lamenten la marcha del presidente George W. Bush. Aunque Bush, en 2001, inició sus relaciones con China en un tono irritable y de rivalidad, desde que los atentados del 11-S dejaron al descubierto la existencia de un enemigo inmediato y cruel, la relación entre los dos países ha sido más sólida que nunca; mucho más sólida que la que hay entre Europa y China, aún fragmentaria.
Bush ha dañado la reputación e influencia de EE UU; la imagen de China ha salido bien parada en comparación
Deberíamos trabajar en un enfoque multilateral y multidimensional del desarrollo
Es posible que haya además otro motivo más retorcido. Dado todo lo que Bush ha conseguido dañar la reputación e influencia de Estados Unidos en la mayor parte del mundo, China, llena de dinamismo económico, ha visto su imagen salir bien parada en comparación. Ahora que Obama promete restablecer la autoridad moral, el poder blando y el atractivo de EE UU en el mundo, China tendrá que esforzarse mucho para mantener su relumbre posolímpico internacional.
Los internacionalistas progresistas quizá aleguen que no se trata de todo o nada; pero un internacionalismo progresista como el que ahora está abandonando su exilio en think tank para volver a la Casa Blanca no es la actitud habitual en Pekín. Aquí, las voces de los pragmáticos cautelosos se mezclan con las de los realistas, para quienes los intereses nacionales de China, su desarrollo económico y su situación en el mundo, ocupan el primero, segundo y tercer lugares en la lista de prioridades. Algunos politólogos chinos dirán también que no tienen nada que temer, por así decir, de una competencia ideológica renovada. Después de la crisis sufrida este otoño por el capitalismo estadounidense de libre mercado, ¡que el mundo compare los modelos de China y Estados Unidos! No obstante, no tengo la sensación de que esa confianza esté muy arraigada.
En lo que todos están de acuerdo es en que hay varios temas polémicos que podrían sacudir la relación de China con Estados Unidos -y con Europa- desde los primeros momentos de la presidencia de Obama. Hablan de las dos tes: las relaciones comerciales
[trade es comercio en inglés] y Tíbet. Yo voy a añadir otras dos: Taiwan y Tiananmen (es decir, los derechos humanos, sobre todo ahora que se van a cumplir 20 años de los sucesos de la plaza de Tiananmen, en junio de 1989). Es decir, cuatro tes.
La cuestión más urgente para Estados Unidos es la de las relaciones comerciales. Teniendo en cuenta que el paquete de estímulos fiscales del Gobierno chino, de 600.000 millones de dólares, todavía va a tardar en hacerse sentir, y dado que la reacción instintiva de los consumidores chinos a una crisis no es precisamente gastar más, la economía china seguirá dependiendo de las exportaciones para sostener su crecimiento, incluso al nivel previsto en la actualidad, más bajo. Pero, a medida que en Estados Unidos se despida a más trabajadores, y puesto que Obama prometió, en su campaña, crear más puestos de trabajo para los estadounidenses, no hay duda de que en EE UU se alzarán cada vez más voces pidiendo proteccionismo. Si las voces exigen unos criterios más estrictos de protección laboral y ambiental en los acuerdos comerciales, pueden contar con que el nuevo presidente hará caso: son dos cosas que le preocupan mucho. Y si Hillary Clinton es designada secretaria de Estado después de las fiestas de Acción de Gracias, los chinos se preocuparán un poco más, porque, en este aspecto, su programa era aún más duro que el de Obama.
Mientras tanto, el espectro de Tíbet ha vuelto a rondar las relaciones entre chinos y europeos. Muchos chinos (no sólo las autoridades, sino los internautas nacionalistas) se resienten todavía, hasta un punto que a la mayoría de los europeos seguramente le molesta, de las protestas en favor de Tíbet cuando la antorcha olímpica pasó por París y Londres. Pero muchos europeos (más los internautas internacionalistas que las autoridades) se resienten todavía, hasta un punto que a la mayoría de los chinos seguramente le molesta, de lo sucedido en Tíbet. La opinión pública está levantisca en ambos bandos.
En esta situación tan inflamable, el Gobierno chino tomó el miércoles pasado la decisión de posponer una cumbre UE-China que debería celebrarse en Francia el lunes 1 de diciembre y en la que iba a participar el primer ministro chino, Wen Jiabao. Al parecer, la razón principal es que el presidente Nicolas Sarkozy va a entrevistarse con el Dalai Lama a finales de la próxima semana, durante la conmemoración del 25º aniversario de la concesión del Premio Nobel de la Paz a Lech Walesa. Además, está previsto que el Nobel tibetano hable ante el Parlamento Europeo y se entreviste con otros dirigentes europeos. Parece increíble y absurdo que una relación estratégica tan importante como la que hay entre China y la UE corra peligro por este asunto. Al fin y al cabo, la relación entre China y Estados Unidos está prosperando pese a que el presidente Bush no sólo se ha entrevistado con el Dalai Lama, sino que intervino personalmente en la decisión de concederle la Medalla de Oro del Congreso. Y este aplazamiento unilateral de los chinos logrará seguramente el efecto contrario al deseado, porque afianzará una postura común de la UE favorable a recibir al líder tibetano.
Es decir, uno de los cuatro factores T mencionados ya ha atraído algunas nubes tormentosas, incluso antes de que salga por completo el sol de Obama sobre el horizonte. ¿Cómo podemos evitar que las cosas empeoren en el futuro? En parte, preparándonos para estas turbulencias, pero también ampliando el contexto. Deberíamos aprovechar el momento de esperanza que representa la llegada de Obama y empezar a trabajar con China en una asociación estratégica que incluya cuatro grandes proyectos de lo que yo llamo realismo visionario: un orden económico mundial reformado y fortalecido, un enfoque multilateral y multidimensional del desarrollo (que englobe el comercio, la ayuda, el buen gobierno, la transparencia, la democracia y el imperio de la ley), la energía y el medio ambiente (un elemento central del programa de Obama) y, por último, pero no menos importante, la interrupción de la proliferación nuclear. Podríamos llamarlos las cuatro es, de estrategias. Son cosas en las que merece la pena trabajar y que, hoy en día, Occidente sólo puede sacar adelante con China, no en contra de China. Son además maneras de hacer que las relaciones bilaterales en general sean más sólidas y puedan resistir los efectos negativos de las cuatro tes.
Cuando digo que "deberíamos empezar a trabajar con China", quiero decir exactamente eso. No la vieja historia de que Occidente elabore una serie de propuestas y luego se las presente a China, sino que intentemos colaborar con China desde el principio para construir posiciones estratégicas comunes.
Algunos dicen que China todavía no puede o no quiere comprometerse estratégicamente, más allá de las necesidades externas que requiere directamente su propio desarrollo interior. Otros dicen que Europa no es capaz de aclararse. No son pocos los que sospechan que incluso el Estados Unidos de Obama estará más preocupado por una lista de prioridades más urgentes. Tal vez tengan todos razón. Pero la tarea del comentarista analítico no es dejarse llevar por las realidades inmediatas y descartar tantas cosas que acabe escribiendo un informe como el que podría elaborar un funcionario precavido en un mal día. La función del comentario -no la única, pero sí una de ellas- es hacer que los políticos levanten la vista por encima de la bandeja de urgente en sus mesas y vean otros objetivos más amplios que son difíciles pero no imposibles de conseguir.
Después de la bofetada del miércoles, quizá parezca iluso, pero, a veces, los tropiezos tienen consecuencias positivas inesperadas. Precisamente porque los riesgos que implican las cuatro tes son tan evidentes es por lo que necesitamos seguir trabajando en las cuatro es. Y espero que esto se pueda traducir a la grafía china.
www.timothygartonash.com. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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