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El capitalismo ya estaba muerto

nanciero mundial y sus consecuencias para todos, es consecuencia de creer que la realidad se adapta a una codicia sin límite y a los deseos particulares sin que ocurra nada. Pero ocurre. Hemos comprobado que cualquier salida a la crisis mundial únicamente es posible con la participación de China, India y Brasil; otra cosa serían fantasías de señores venidos a menos. La misma atención que le hemos dedicado a las elecciones norteamericanas es excesiva, consecuencia aún de nuestra visión del mundo como un imperio norteamericano. Sin discutir el peso de la economía y del sistema militar norteamericano, que hace de Europa un portaaviones más, es evidente que EE UU ya no dirige el mundo y en cambio lo pone en riesgo una vez y otra desde hace unos años; existe una relación íntima entre la guerra contra Irak y el gran socavón bajo el suelo de las finanzas. El mítico dólar está hoy en las manos de sus acreedores y Obama es la última carta para intentar actualizar un liderazgo mundial, como manifestó en su pasado discurso en Berlín, pero llega tarde, pues la vida no se ha detenido durante estos pasados años de fantasías imperiales. A Obama le corresponderá hacer bajar a la sociedad norteamericana a la realidad.

La trascendencia de la victoria de Obama es inmensa para la sociedad norteamericana, pero ya no lo es tanto para el mundo. En vez de seguir escrutando a los EE UU deberíamos volver la cabeza y ver lo que ocurre con Europa, porque no ocurre nada y es muy preocupante. En esta crisis mundial Europa no tiene dirección, justo cuando más falta le hace. Los Estados europeos no han sido capaces de acompañar la creación del euro, esa moneda común que es un barco aceptable para cruzar el temporal, con instrumentos políticos de Gobierno e intervención en la economía. Europa lleva años detenida. Lo que estamos viviendo es una crisis ideológica profundísima de nuestra civilización planetaria, no se puede entender desde ideologías nacionales, de clase, sectoriales, y nos afecta a todos. La ignorancia, la frivolidad ideológica e irresponsable demagogia de la derecha española -"Zapatero ayuda a sus amiguetes, los banqueros"- no merece atención. Algo más deberíamos detenernos en el confesado "desengaño ideológico" de Greenspan. No hay modelos ideológicos enfrentados, sólo se puede reivindicar el capitalismo como ideología, clasista y partidaria, si ignoramos la realidad global. En todo caso las contradicciones íntimas de la civilización occidental que vieron Adorno, Horkeheimer y, con desgarro, Benjamin las vive ahora todo el planeta. La crisis actual nos hace ver lo evidente, vivíamos en un mundo globalizado en todo excepto en el control y la responsabilidad, existían estructuras económicas y comunicaciones pero nadie controlaba nada, mandaron los ladrones y no hubo juez ni policía.

Ahora es cuando efectivamente nos estamos globalizando, también en responsabilidades y en reparto del poder. La crítica desde el foro de Porto Alegre prefiguró la conciencia global que ahora será inevitable, hay que intentar un orden multilateral y sostenible tanto para los recursos como, sobre todo, para las poblaciones. Pero no sólo de finanzas viven el hombre y la mujer, y necesitamos una conciencia planetaria. Tanto el socialismo como el capitalismo tenían un modelo moral, cultural. ¿Nacerá una ideología fruto de esta nueva época y que la explique? ¿Podrá ser compartida por una mayoría de los habitantes de este país, la Tierra? África incluida.

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Suso de Toro es escritor.

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