La muerte les deja en España
Tres hermanos bolivianos fallecen por asfixia tras festejar la marcha del mayor
Ni trabajo ni retorno a Bolivia. José Ismael (56 años), Zenón (42) y Ramber Flores Camacho (47) ya no regresarán a Bolivia, a la región de Santa Cruz, de donde eran originarios. Los tres hermanos murieron durante la madrugada del miércoles en Logroño por una intoxicación de monóxido de carbono tras celebrar una fiesta de despedida del mayor, que hoy iba a volar de regreso a su país. Hace tres años que recaló en Logroño en busca de una vida mejor. Pero llegó en el peor momento, cuando lograr el permiso de residencia era muy difícil. Sin papeles, sin trabajo, sin expectativas. Azuzado por la desesperación y la crisis económica decidió hacer las maletas y regresar con su mujer y los seis hijos que le esperaban en Bolivia. Los servicios sociales del Ayuntamiento de Logroño le habían pagado el billete de avión.
Los tres hermanos, inseparables, prepararon una fiesta de despedida con más parientes y amigos. José Ismael era el que se iba, pero la idea rondaba también a los otros dos. Ramber estaba en paro y el trabajo escasea para Zenón. Todos ellos eran yesistas de profesión. "De pasarlo mal, mejor en tu país, cerca de tu gente", solían decir, recuerda Erwin, hijo de Ramber.
Se reunieron donde siempre lo hacían cuando buscaban una excusa para juntarse: en una caseta de huerta en el barrio de Varea, en las afueras de la capital riojana. Tras la fiesta, los invitados regresaron a sus domicilios, pero los hermanos siguieron en la caseta, guarecidos de la helada y apurando sus últimas horas de confraternización. La caseta, donde guardaban herramientas de trabajo, tenía un generador eléctrico que proporcionaba luz a la lonja. La deficiente combustión de ese generador provocó la fuga del monóxido de carbono que acabó con sus vidas.
La tragedia de los Flores es una fiel radiografía de la historia reciente de la inmigración en España. Su familia está formada por siete hermanos. El primero en llegar a España fue Willy, hace ocho años. En torno a él se produjo el reagrupamiento familiar al calor del tirón económico del sector de la construcción. Poco a poco fueron llegando Zenón (con sus dos hijos), Ramber (cinco hijos) y Rosemary. El último en llegar fue el hermano mayor José Ismael, hace tres años. Otros dos se quedaron en Bolivia.
Los primeros seis años las cosas fueron muy bien. Pero el año pasado empezaron a torcerse y la idea de regresar a Bolivia cada vez les rondaba con más fuerza. "La situación era mala y hablaba de volver", dice Lisbet, la hija de Zenón.
Las miradas perdidas y los sollozos ahogados se dejan sentir en el tanatorio de Logroño. El cadáver de Ramber es el primero en llegar. "¡Papito, papito!", balbucea entre lágrimas su hijo Erwin. "Eran inseparables, juntos hacían todo", dice con un hilo de voz Miguel Olave, compañero de trabajo y amigo de los fallecidos. "Cuando llegué a España me arroparon y me trataron como a un hijo. Hasta me buscaron trabajo", añade.
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