Brown abre la batalla electoral con una amplia rebaja fiscal
Los laboristas británicos se recuperan en los sondeos
El primer ministro británico, Gordon Brown, ha hecho estallar una auténtica bomba política en el tradicionalmente poco excitante ajuste presupuestario de otoño. La rebaja de impuestos por 24.000 millones de euros ha abierto de hecho una campaña electoral que se augura larga, y con los dos grandes partidos asociados por primera vez en muchos años a sus posiciones ideológicas tradicionales. La reforma fiscal anunciada el lunes, que prima a las clases menos pudientes y castiga a los sectores más acomodados con el primer aumento del tipo máximo del IRPF desde 1973, ha impulsado a muchos comentaristas a dar por enterrado al Nuevo Laborismo.
Es una conclusión probablemente exagerada porque el Nuevo Laborismo va mucho más allá de la política fiscal, pero tiene un fondo de verdad porque Gordon Brown ha roto dos de sus principios fundamentales en materia económica: no penalizar fiscalmente a los ricos y endeudarse sólo para financiar inversiones, no para pagar gasto corriente. Los laboristas se han escudado en que la recesión es una situación excepcional que exige medidas excepcionales.
La polémica tiene grandes proporciones porque la recuperación de los laboristas en los sondeos promete unas elecciones mucho más encarnizadas de lo que se esperaba hace unos meses. La campaña se augura muy larga: las proyecciones económicas, que pronostican que la recesión no empezará a ceder hasta el tercer trimestre de 2009, hacen pensar que el ruido de sables de elecciones anticipadas tiene muy poca base y que Brown no convocará a los británicos a las urnas hasta primavera de 2010.
Con las medidas presentadas el lunes, el Gobierno de Brown ha dado un claro giro a la izquierda. Y ha despertado, al mismo tiempo, los viejos fantasmas que cuestionan la fiabilidad de los laboristas como gestores del país. La prudencia presupuestaria de la que ha presumido Brown en sus 10 años al frente del Tesoro ha saltado por los aires en 18 meses como primer ministro.
La reforma fiscal tiene un marcado trasfondo electoralista al beneficiar a las clases bajas y medias. La reducción de 2,5 puntos del IVA entrará en vigor de forma inmediata y va acompañada de otras golosinas para las clases más modestas y las pymes. Las subidas de impuestos, tanto el nuevo tipo máximo del 45% en el IRPF como un aumento de 0,5 puntos en las cotizaciones sociales, no entrarán en vigor hasta 2011 y sólo tendrán un impacto negativo apreciable en los contribuyentes que ganen más de 150.000 euros. La actual crisis económica y el momento político no sólo han llevado a los laboristas a la izquierda, también han arrastrado a los conservadores a la derecha. Defensores naturales de bajar los impuestos, los tories no pueden atacar una rebaja fiscal per se. Lo que han hecho ha sido calificarla de inadecuada —ellos proponen eximir de cotizaciones sociales por emplear a trabajadores que lleven más de seis meses en el paro— y denunciar que "una vez más, los laboristas llevan al país hacia la bancarrota".
Su líder, David Cameron, se ha desdicho además de su compromiso de igualar las proyecciones de gasto público de los laboristas. Es decir, mientras el laborismo vuelve a sus viejos principios de penalizar fiscalmente a los más ricos para beneficiar a los más pobres, los conservadores retornan a su mantra de recortar el gasto público. De esta forma, las próximas elecciones se jugarán con unas propuestas separadas por la vieja división entre izquierda y derecha que Reino Unido no vivía al menos desde 1992.
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