"No fue la reyerta, le disparó a bocajarro"
El presunto asesino estaba en busca y captura, según admite el Gobierno
No hacía ni 24 horas que le habían dado sepultura. El llanto en la familia de José Reyes, el hombre de etnia gitana de 51 años que murió el domingo tras haber recibido un balazo en la cabeza dos semanas atrás en Bujalance (Córdoba), seguía ayer intacto. La pena estaba viva, pero todavía más la rabia y la indignación por saber que el presunto asesino, Rafael Hidalgo Castro, payo de 29 años, ya estaba en busca y captura "por la acumulación de delitos menores", según admitió el subdelegado del Gobierno en Córdoba, Jesús María Ruiz. Antes de tirotear presuntamente a Reyes, Hidalgo había sido visto de manera continuada por el pueblo y por la humilde barriada de Santiago, donde vivía su familia, vecina de la víctima.
Hace un año, el alcalde ya pidió que se apresase a Rafael Hidalgo
Hace un año, el alcalde del pueblo, el socialista Rafael Cañete, ya pidió en una Junta Local de Seguridad, que se apresase a Hidalgo. Todos los operativos destinados a capturarle fueron en vano.
La última vez que Hidalgo se escabulló fue el 9 de noviembre pasado. Esa tarde, tras una riña entre vecinos por el jaleo vivido la noche anterior, Hidalgo terminó pegando un tiro a bocajarro a José Reyes. "La discusión existió, pero fue horas antes de que matara a mi esposo. Mi marido, que estaba prácticamente inválido y andaba con muletas, no intervino. De repente, ya por la tarde, se acercó este hombre a la puerta de nuestra casa, donde José estaba apoyado. Le empujó y le disparó a la cabeza. A sangre fría", relataba ayer con hilo de voz la esposa del difunto, María del Carmen Cádiz Vargas, de 48 años. "Mi hijo, de 18, el más pequeño de los cinco que tengo, lo vio y está destrozado", explicaba la mujer, enlutada, como todos en su familia. Reyes, a pesar de estar aquejado de diversas enfermedades, llegó consciente al hospital Reina Sofía de Córdoba. Pero no tardaría en hundirse en un profundo coma de 14 días, antes de morir.
Dos semanas después de aquel disparo, no queda ni un miembro de la familia Hidalgo en el barrio de Santiago. Posiblemente, tampoco en Bujalance. "Se han ido todos. Y que no vuelvan", decía ayer un vecino mirando la casa donde el huido vivía con su familia. "Cuando venía la policía, él se escapaba por detrás de su casa", explican los vecinos. Y detrás de su casa, sólo está el campo.
Mientras tanto, la Federación de Asociaciones Culturales Cristianas de Andalucía (Facca), que engloba a grupos evangelistas de la comunidad autónoma -la familia de Reyes pertenece a la Iglesia de Filadelfia- ha convocado para las seis de la tarde de hoy una concentración a las puertas del Ayuntamiento de Bujalance, en repulsa al último asesinato.
"Por favor, que el que ha permitido que este hombre estuviese en la calle, que lo pague. Porque esta desgracia nos ha ocurrido a nosotros, pero lo podía haber pasado a cualquier familia", se quejaba ayer María del Carmen Cádiz.
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