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Reportaje:

Un poema al trote

Valencia acoge el mágico espectáculo ecuestre Cavalia

Cavalia es al arte ecuestre lo que Joaquín Cortes al flamenco o Il Divo a la ópera. Un I+D escénico, más una campaña de marketing de las que quita el hipo. El mega-show de los caballos llega mañana a Valencia, para recalar en las explanadas del Veles i vents. En palabras de Normand Latourelle, el director artístico de Cavalia y uno de los fundadores del Cirque du Solei: "Más que un espectáculo es una experiencia, un gran poema para los ojos y oídos". Poesía hecha números: más de dos millones de espectadores en Europa, Canadá y Estados Unidos; una carpa castillo de 2.440 metros cuadrados; 2.000 localidades; más de 60 caballos de ocho razas; 2.500 toneladas de arena; 800 kilos de zanahorias al año; 17.500 pacas de heno y 16.500 kilos de pienso: y más de 30.100 entradas en el buscador Google.

Para Magali Delgado, directora ecuestre de Cavalia junto a su marido, Frédéric Pignon, "los caballos son mis hijos. Los conozco y entiendo incluso mejor. Puedo entrar en la cuadra y percibir su estado de ánimo. Son ellos los que nos susurran a nosotros".

Del encuentro de ambos -toda una vida dedicada a los caballos- con Latourelle nació el espectáculo. Fruto de la minuciosa inmersión en el trabajo del otro, una observación atenta que les llevó a apreciar elementos comunes, más allá de sus lenguajes divergentes. "Fue algo increíble ya que había alguien a más de 6.000 kilómetros de distancia que tenía la misma idea que nosotros, montar un espectáculo ecuestre basado en el máximo respeto al caballo", apunta Frédéric.

La pareja nucleó a su alrededor un grupo de inquietos artistas: más de la mitad son sementales. Pertenecen a las razas apalosa, canadiense, belga, frisón, lusitano, percherón, cuarto de milla, sangre templada y pura raza española.

El enorme espectáculo, de dos horas de duración, comparte una característica esencial con los eventos comerciales: es para todos los gustos. El perfeccionista montaje es un caleidoscópico de acrobacias terrestres y aéreas con una puesta en escena repleta de salvas espectaculares y poco de pólvora mojada. Un todo escénico complejo, coral y ritual a la vez, con una caligrafía de luces y sombras, de una excéntrica estética musical new-age que empuja a la sobrevaloración de un intangible buen rollo que nos enfrenta al pasado con alivio nostálgico. Equus-li-cua.

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