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Citigroup negocia contrarreloj con las autoridades salidas a la crisis

La alternativa de una intervención del Gobierno de EE UU gana enteros

La crisis financiera se gestó en Estados Unidos y es allí donde se está cobrando sus víctimas más ilustres. Algunos de los grandes símbolos del poderío económico de Estados Unidos han caído ya o están en situación precaria: los bancos de inversión Bear Stearns, Lehman Brothers y Merrill Lynch, el gigante asegurador AIG o la automovilística General Motors, que lucha por evitar la bancarrota. Pero lo que tiene en vilo a Wall Street estos días es el futuro del coloso financiero Citigroup.

La entidad neoyorquina, que hace apenas dos años era el banco más poderoso del mundo, atraviesa por un momento crítico que podría obligar al Departamento del Tesoro y a la Reserva Federal (Fed) a salir en su rescate ante la desconfianza y el miedo que domina en el parqué, para evitar así otro caos que ponga de rodillas a los mercados mundiales y a la economía. Una opción que ya discuten las autoridades federales y directivos del banco.

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El colapso de Lehman Brothers acabó con la teoría del "demasiado grande para caer", que había alentado decisiones arriesgadas alimentadas de endeudamiento excesivo, en el convencimiento de que el Estado intervendría si las cosas se torcían. Pero el Tesoro y la Reserva Federal dejaran quebrar a la entidad en septiembre quitándole la red de seguridad que protegía a la banca de inversión.

Aquella decisión del Gobierno estadounidense fue muy contestada después. La quiebra de Lehman en septiembre agudizó el descalabro de los mercados bursátiles y la desconfianza entre los bancos, que amarraron toda la liquidez que atesoraban. El G-7, el club de los países más ricos, cambió el rumbo apenas un mes después y reinstauró la teoría del "demasiado grande para caer". Los países occidentales, incluido EE UU, se comprometieron a intervenir para evitar el derrumbe de cualquier entidad "con importancia sistémica", una importancia que Lehman Brothers había demostrado tener.

Ése es el argumento que ha respaldado las recientes decisiones del Gobierno estadounidense ante la debilidad del gigante asegurador AIG, al que ha prestado más de 140.000 millones de euros. Y es ahora, lo que da fuerza a la posibilidad de una nueva intervención en Citigroup, que tienen dos billones de euros en activos (casi el doble que el PIB español) y 200 millones de clientes.

Citigroup se había negado hasta a la fecha a que Washington saliera en su rescate, porque asegura disponer del colchón de capital (50.000 millones de dólares) y de la liquidez para absorber futuras pérdidas originadas por la crisis y proteger sus depósitos. La entidad acaba de recibir una inyección de 25.000 millones del fondo de estabilidad que gestiona el Tesoro.

Pero el fantasma de Lehman sigue presente. En un último intento por restaurar la confianza de los inversores, sus gestores están estudiando diversas alternativas, entre las que se encontrarían además la partición del conglomerado o la fusión de la entidad con otro banco. También se contempla la posibilidad de que Vikram Pandit renuncie al cargo de consejero delegado.

Padint aseguró el viernes que no tiene intención alguna de partir la compañía ni de vender la división de corretaje SmithBarney. No fue suficiente para revertir la situación. Sus acciones están en caída libre y cerraban la semana perdiendo dos tercios de su valor, colocándose por debajo de los cuatro dólares. Citigroup vale tan sólo 21.000 millones, frente a los 274.000 millones a final de 2006.

No está claro cuál será la solución para salvar a Citigroup, y eso crea ansiedad. Y tampoco se sabe si será capaz de soportar una recesión prolongada de la economía que amenaza con ser planetaria. El eventual colapso del conglomerado está poniendo además en cuestión la utilidad de la ingente cantidad de fondos públicos que está movilizando el Tesoro para salvar a la banca. La apuesta de muchos inversores y analistas es que la intervención pública es una baza que gana enteros. Y no descartan, incluso, que el Gobierno estadounidense la juege antes de que mañana abran los mercados bursátiles.

Oficina de Citigroup en Nueva York.
Oficina de Citigroup en Nueva York.EP

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