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Reportaje:ROBERT E. LUCAS | Premio Nobel de Economía 1995 (71 años) | Cumbre en Washington | Ideas para el futuro

El problema más acuciante, la recesión

En una crisis financiera las cosas suceden muy deprisa. La expansión del mercado inmobiliario y la crisis hipotecaria de las subprime ya son historia.

En esta situación, el banco central estadounidense, la Reserva Federal, debe poner a disposición más reservas de dinero en efectivo, y está cumpliendo con su misión. El 10 de septiembre las reservas ascendían a 47.000 millones de dólares; el 8 de octubre, a 180.000 millones de dólares; y el 22 de octubre ya llegaban a 329.000 millones. Ésa es una buena política de un banco central. ¿Deberíamos preocuparnos de que la gente sencillamente se quede con las nuevas reservas y continúe reduciendo los gastos? Es seguro que esto sucede en parte, pero, de todos modos, se pueden añadir nuevas reservas en cualquier momento.

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Necesitamos una nueva forma de pensar

¿Deberíamos preocuparnos por la inflación? Por supuesto, siempre. Pero el problema acuciante en este momento es la recesión. Si la inflación continuara aumentando, las reservas se pueden volver a retirar con la misma rapidez con que se aportaron. En mi opinión, estas reflexiones son las más importantes en la actual política estadounidense. Creo que tenemos posibilidades de evitar una recesión más profunda que la de 1982 si la actual política de crédito de la Reserva Federal se mantiene agresiva.

Creo que esto es lo más favorable que podemos esperar hoy en día. Y esto sigue siendo mucho mejor que una reedición de los años treinta.

La estructura de regulación que ha permitido estos acontecimientos debe reorganizarse. Esto no puede suceder en una semana, pero tampoco se va a lograr en un período en que aún sea posible influir positivamente en la crisis.

Los problemas de regulación que hay que solucionar se pueden resumir del siguiente modo: se necesitan instrumentos de pago de los que se pueda disponer con facilidad, que no entrañen riesgos de impago y que, por tanto, no puedan desencadenar tormentas en los bancos. La mejor vía para alcanzarlo sería un sistema bancario competitivo cuyos depósitos estén asegurados por el Estado.

Pero esto sólo puede funcionar si existe una estricta regulación de los activos de esos bancos. Si se lograra dicho equilibrio, una entidad que se encontrara fuera de este sistema regulado podría ofrecer depósitos con un riesgo algo mayor. Éstas podrían ofrecer réditos más elevados que los depósitos en bancos sujetos a un control más estricto. Algunos consumidores y empresas considerarían esta oferta más ventajosa y colocarían allí sus depósitos. No obstante, si todos lo hicieran, la regulación ya no estaría protegiendo a nadie. La estructura de regulación originaria de los años treinta parece haber dado solución a este problema durante 60 años. Sin embargo, para los próximos 60 años necesitaremos algo diferente.

© Der Spiegel

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