En caída libre
El Madrid, que precisa medidas urgentes, se despeña en Valladolid tras otro partido espeso
Contra la crisis, un tostón, una birria de fútbol y otra derrota. La nada de la nada. La receta de Schuster y el vestuario resultó vulgar, propia de un equipo de cuarta, por mucho que intentara maquillar el resultado con un asalto final a golpe de corazón. El Madrid quiso liquidar el partido a pelotazos, con trazos largos de punta a punta para evitarse problemas en la zaga. Todo con tal de no perder la posición; ningún afán por gobernar el juego, por damnificar al Valladolid, que se sintió cómodo ante su ilustre visitante. Al fin y al cabo, su vía era la misma. Del maltrato general a la pelota surgió un partido espeso, anestésico para cualquiera, sin chispazos, sin un mínimo alarde salvo el gol de Canobbio. Para el Madrid, sólo se trataba de no prolongar su agonía de estas semanas, no perder como fuera, sin importarle un rábano el método. En realidad, nunca lo ha tenido, pero en Zorrilla aún fue más plano de lo habitual, expuso su versión más timorata. El equipo ha perdido la fe y, a la vista de la tormenta, se puso a cobijo, lejos de Asenjo, al que apenas alteró hasta que se vio al borde del precipicio ante un contrario de corte raso, al que le bastó un acierto y algo de cemento para despachar al Madrid. Hoy, para ganar al campeón no hace falta mucho.
VALLADOLID 1 - REAL MADRID 0
Valladolid: Asenjo; Pedro López, García Calvo, Luis Prieto, Marcos; Pedro León (Borja, m. 68), Álvaro Rubio, Vivar Dorado, Sesma; Canobbio (Baraja, m. 81') y Víctor (Óscar Sánchez, m. 91). No utilizados: Justo Villar; Ogbeche, Goitom y Medunjanin.
Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Cannavaro, Heinze, Marcelo (Drenthe, m. 68); Guti, Gago, Javi García (Saviola, m. 81); Van der Vaart (Sneijder, m. 61); Raúl e Higuaín. No utilizados: Dudek; Salgado, Torres y Bueno.
Gol: 1-0. M. 47. Canobbio, libre de marcaje.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a García Calvo, Van der Vaart, Guti, Pedro León, Gago y Canobbio y expulsó a Heinze (m. 87) por doble tarjeta amarilla.
Unos 21.000 espectadores en Zorrilla.
Que el remedio pase por Javi García subraya el confuso momento que vive el equipo
Tras los últimos batacazos, se esperaba una reacción de Schuster, el supuesto guía del grupo. En momentos así es obligado el intervencionismo del técnico. Aunque éste jamás haya transmitido optimismo. Más bien, lo contrario, largos silencios. En Valladolid, Schuster mantuvo el dibujo, pero mudó a algunos jugadores. De forma repentina, reclutó a Javi García en detrimento de Sneijder y arrinconó a Van der Vaart al extremo izquierdo. En nada mejoró el Madrid. Que el remedio pase por Javi García subraya el confuso momento que vive el equipo. Javi García, empleado el pasado martes en la Copa como central, no dejó huella alguna. Tampoco lo hizo la pasada temporada en Pamplona como sí hicieron otros canteranos exportados a otros equipos, pero la secretaría técnica decidió repescarle. Cosas de este club, que lo mismo da salida a Mata. Con Javi García, Schuster pretendía fortalecer el medio campo con un futbolista más hercúleo, pero del chico sólo hubo noticias cuando Casillas le propinó un crochet en un despeje de puños. Al Madrid ya no le funciona ni el guardameta, un milagrero de primera, que hoy lo mismo noquea a un compañero que arrea un balonazo a Cannavaro o vuela sin control.
Si Javi García no tuvo peso en el partido, la apuesta por Van der Vaart resultó un fiasco similar. Se pasó la noche crispado, desquiciado por una posición que le resulta artificial. El holandés sólo se enchufa al borde del área rival, no tiene otros registros. Puede filtrar algún pase y disparar, nada más. Schuster le retiró tras el gol de Canobbio.
El tanto del Valladolid, que ya había dado el único aviso del primer tiempo, un cabezazo placentero de García Calvo entre unas cuantas miradas madridistas que rechazó Marcelo bajo los palos, amplificó otro de los eternos males del Madrid. Pedro León le hizo un nudo a Heinze con extraordinaria facilidad y a su pase al balcón del área acudió Canobbio sin estorbo alguno. El cuadro de Mendilibar jugaba sin un ariete, pero los centrales madridistas, como es su costumbre, metieron el culo junto a Casillas, con Gago, el medio tapón, incluido. El uruguayo, con todo el tiempo del mundo, fusiló a Casillas con un remate durísimo. El Valladolid no había hecho nada vistoso, pero su pragmatismo es disculpable ante un adversario con tantos galones.
Al gol respondió Schuster con Sneijder, Drenthe y Saviola de forma sucesiva en lugar de Van der Vaart, Marcelo y Javi García. Apremiado por el marcador, el Madrid tuvo un poco más de picante, arrebatos más frecuentes y algo de vigor ofensivo. De fútbol, nada. Sólo angustias, como la de Heinze, otro igual de histérico que muchos de sus compañeros, que se ganó a pulso la expulsión cuando más apretaba su equipo. Asenjo, con un par de intervenciones, sobre todo un mano a mano con Raúl tras una esperpéntica cesión de Borja a su portero, mantuvo al conjunto local y dejó muy tocado al Madrid. Su descomunal enredo, en el campo, el vestuario y los despachos, exige medidas de algún tipo. A estas alturas del curso, el Madrid aún puede evitar el naufragio. El voluntarismo ya no le alcanza. Le faltan jugadores y le sobran unos cuantos. El entrenador destila amargura y en la cúpula técnica abundan las grescas. El presidente tiene el mandato. A él le corresponde rectificar.
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