Nuevos códigos para abrir caminos
Los festivales dan a conocer la obra de un heterogéneo grupo de cineastas que defienden un universo cinematográfico más allá de las reivindicaciones sociales. El cuello de botella del cine latinoamericano es la distribución
Ya no suscriben manifiestos políticos y reivindicativos como sus predecesores -Miguel Littín, Tomás Gutiérrez Alea, Arturo Ripstein o Glauber Rocha-, ellos defienden la universalidad de los temas y sobre todo la apuesta personal del director en sus películas. Las leyes de cine en países como Argentina, Brasil, Chile y México, y decididamente el programa Ibermedia y otros fondos europeos han abierto un abanico de posibilidades para producir más y mejor, pero la generación de relevo del cine latinoamericano sigue llevando sus películas al hombro, muchas de las cuales no tienen vida más allá de los circuitos de festivales. El gran cuello de botella sigue siendo la distribución. Los vecinos casi nunca se enteran de las historias que se cuentan en la casa de al lado.
"Un nuevo cine va a nacer, un cine hipnótico y febril como la peste", afirma el realizador argentino Pablo Agüero
Pablo Trapero, Lisandro Alonso, Pablo Agüero, José Luis Torres Leyva, Celina Murga y Néstor Frenkell estarán este mes en pantallas españolas. Sólo uno de ellos, Pablo Trapero, estrena comercialmente su laureada Leonera, los demás forman parte del Festival de Cine de Gijón, que este año apuesta por el nuevo continente en su selección oficial. También se ha podido ver en Madrid al consagrado Fernando Meirelles (Ciudad de Dios) con A ciegas, su interpretación del Ensayo de la ceguera de José Saramago, que forma parte de la muestra y encuentro de cine brasileño en España (hasta el día 20 de noviembre).
"El cine va cambiando al ritmo de la cultura y la historia. No creo que se haya dejado de hacer un cine más político, sólo que los códigos de ese cine han cambiado según los tiempos que vivimos. Es sano que la cinematografía latinoamericana abarque la mayor cantidad de discursos e intereses", dice José Luis Torres Leiva (Santiago de Chile, 1975), quien trae a Gijón su primer largometraje de ficción, El cielo, la tierra y la lluvia. "Narra la vida y las relaciones de tres mujeres y un hombre en el sur de Chile, en una historia en la que las personas y el paisaje se fusionan al mismo nivel", comenta Torres Leiva sobre su película, en la que aborda "la soledad y el aislamiento como un proceso interno de aprendizaje".
Pablo Trapero (Buenos Aires, 1971) es quizá, junto a Lucrecia Martel y Bruno Stagnaro, uno de los máximos exponentes del "nuevo cine argentino" surgido a principios de los noventa. Tras su consagración con películas como El bonaerense (2002), que se presentó en la sección Una Cierta Mirada de Cannes, y Mundo grúa (1999), Trapero llegó a la Sala Lumière de Cannes con Leonera, la lucha interna de una mujer ante la maternidad y pérdida de la libertad, protagonizada por la esposa de Trapero, Martina Gusman, que se estrena el próximo viernes 21 y representará a Argentina en los Oscar.
"Mis películas tienen un componente social", comentó el director argentino en diálogo con Santiago Tabernero en el pasado Festival VivAmérica, "tienen un compromiso con historias olvidadas que no aparecen en los medios de comunicación, pero no es un cine de denuncia", y agregó: "Las denuncias se hacen en los juzgados". Fernando Epstein (Montevideo, 1969), productor de la uruguaya Acné (2008), coincide con Trapero en que "el cine que se está haciendo ahora se ha ido desmarcando de temáticas políticas y de denuncia para concentrarse en historias más universales y, si se quiere, personales". El también productor de Whisky (2004) explica que "esa diversidad hace que no se pueda etiquetar todo a la ligera como cine latinoamericano" y afirma que prefiere decir que "hay nuevos realizadores con improntas diferentes".
En ese sentido, Lisandro Alonso (Buenos Aires, 1975), que presenta Liverpool en Gijón, dice que no está convencido de que las etiquetas de cine latinoamericano o nuevo cine argentino definan el panorama de lo que se está produciendo en la región. "Hay diferentes temas y narrativas. Está saliendo a la luz un cine renovado, que tiene más cabida en el circuito comercial", afirma el también director de El fantasma (2006), Los muertos (2004) -ambas proyectadas en La Quincena- y La libertad (2001), su ópera prima. Liverpool, que será distribuida en España a comienzos de 2009, es "la historia más triste" que ha filmado, dice el director, de 33 años, que también rechaza que cataloguen su cine como experimental. "Creo que las etiquetas degradan la cinematografía. Meternos a todos en un mismo grupo no me queda tan claro", dice.
Más claro lo tiene Pablo Agüero (Mendoza, 1977), director de Salamandra, para quien el mesías no ha llegado aún. "Nuestro cine se debate entre una abstracción contemplativa, que sólo parece interesar a los críticos, y una imitación tímida de Hollywood. Pero estoy convencido de que un nuevo cine va a nacer, un cine hipnótico y febril como la peste, capaz de injertar la duda en el alma y reconquistar esos espacios que ocuparon los vendedores de certezas", precisa en un correo electrónico quien justamente pincha en esta película -invitada a Gijón- su propia alma. "Intento aprender de personas como Janis Joplin o Camarón, que entregaban su propia vida al cantar. Aquello que hiere en mi película, yo mismo lo sufro más que nadie. No busco la autobiografía, sino una sinceridad desnuda. En lugar de manipular público y actores sin mojarme (¡es tan cómodo ser frío y quirúrgico!), entregarme, o tratar de entregarme". En Salamandra, su primer largometraje, Agüero recurre a su propia niñez para relatar la relación intensa de una madre y su hijo en un ambiente hostil y fuera de control.
Para José Luis Cienfuegos, director del Festival de Cine de Gijón, "que Agüero, que obtuvo el Premio Principado de Asturias por su cortometraje Primera nieve (2006), regrese con su primer largo es el tipo de seguimiento que tienen que hacer estos certámenes". Pero junto al enorme espacio que conceden a su cine, Lisandro Alonso se pregunta si de no haber existido estos espacios alternativos su película habría tenido mayor espacio en la cartelera del circuito comercial.
Aunque no les interesa producir "películas para festivales", lo cierto es que en muchos casos en eso se convierten, y si no fuera por la cantidad que hay (especialmente europeos como Rotterdam, Cannes o Locarno) interesados en esta cinematografía, probablemente estas películas no pasarían de cortos estrenos locales.
La cuota femenina de este pequeño trozo de la realidad del cine latinoamericano contemporáneo la ponen Celina Murgas y Lucía Cedrón, también argentinas. Cedrón (Buenos Aires, 1974) presentó Cordero de Dios, su ópera prima, en el Festival VivAmérica de Madrid. Una película que obtuvo el premio Coral al mejor guión inédito en el Festival de La Habana, y que ya tiene distribuidor asegurado en Francia, no así en España por ahora. Martin Scorsese escogió acompañar como tutor a la joven directora Argentina Celina Murga (Paraná, 1973) en su tercer largometraje, Solos en casa, que narra la historia de un grupo de adolescentes de clase alta que se quedan solos en un chalet de un barrio exclusivo de Buenos Aires. La cinta, que se proyectó en Cannes, en el Festival de Cine de Londres, en Venecia y en Viena, llega este mes a Gijón. Aunque no es una película marcadamente política, el productor Juan Villegas (Buenos Aires, 1971) piensa que "retrata un momento político y social de Argentina que es fácilmente trasladable a lo que viven otras sociedades en el mundo. Fue muy importante el trabajo y el compromiso político del cine de Solana y Rocha, por ejemplo, para reforzar la mirada del cine que se estaba haciendo en esa época, pero ahora creo menos en la nacionalidad de las películas", dice Villegas, quien considera que los festivales son espacios de resistencia frente a la concentración de la exhibición y sobre todo una oportunidad para ver el cine que están haciendo los vecinos, porque desafortunadamente las películas no se mueven por la región.
La sorpresa este año la ha dado el joven realizador guatemalteco Julio Hernández (Carolina del Norte, 1975), con Gasolina, que obtuvo el Premio Horizontes como mejor película latinoamericana en San Sebastián. Hernández explica las diferencias que separan las cinematografías en América Latina "por los contextos de cada país. En Guatemala ni siquiera hay ley de cine y muchas veces tienes que adaptar tu discurso a las instituciones y ONG que se interesan en financiarte"; y pone sobre el tapete el tema de la coproducción, fórmula fundamental del cine en español, que también amenaza la autonomía de los directores. "Los coproductores fuertes se quedan con todo", dice Hernández, "tienes que someterte a sus reglas y luchar por defender la identidad de tu película".
También en San Sebastián obtuvo mención la mexicana Parque Vía, debut del director Enrique Rivero, mexicano nacido en Madrid en 1976, que abandonó su trabajo en la banca para dedicarse al cine. Parque Vía obtuvo el Leopardo de Oro y el Premio Fipresci este año en Locarno y se proyecta el día 19 en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, que también ha programado la colombiana Perro come perro, de Carlos Moreno (Cali, 1968), y Feliz Natal, del brasileño Selton Mello (Minas Gerais, 1972). Con financiación mexicana y un director producto del mestizaje -Alex Rivera, neoyorquino de ascendencia peruana nacido en 1973-, Sleep Dealer (2008) rompe la tendencia a narrar temas cotidianos, sociales o íntimos para abordar la ciencia-ficción. Cierra el año Estómago, un filme italobrasileño dirigido por Marcos Jorge (Curitiba, 1964), que ya obtuvo la Espiga de Oro en la Semana Internacional de Cine de Valladolid y se estrenará el 19 de diciembre. -
Festival Internacional de Cine de Gijón. Del 20 al 29 de noviembre. www.gijonfilmfestival.com/ Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Desde hoy hasta el día 22. www.festicinehuelva.com/
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