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Columna
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'Glamour' o compromiso

Cuando Roberto Saviano se subió al escenario del Lope de Vega, perros policía habían rastreado cada centímetro del teatro sevillano. De mediana estatura, barba corta y cabeza despejada, el joven escritor italiano tenía a sus espaldas a dos policías. Abajo, dos más. Amenazado de muerte por la mafia italiana por haber escrito un libro, Saviano dijo: "Mientras haya lectores y espectadores, la palabra no puede dar miedo".

Saviano ha cosechado un montón de unos y otros. Si de su novela Gomorra se han vendido casi dos millones de ejemplares, las salas de cine sevillanas en las que se proyectó la película homónima le colmaron de espectadores.

La quinta edición del Sevilla Festival de Cine Europeo se estrenaba de esta forma la noche del viernes 7. Un debut espectacular, con el estreno nacional de una de las películas más impactantes del año. Para la omnipresente Sevilla de escaparate y caracolillo, sin embargo, el festival se abría con "poco glamour". Todavía hay quien prefiere ver una rutilante estrella rubia caminando por la alfombra roja que al personaje del año. Un escritor valiente que ha denunciado la corrupción, violencia y terror impuestos por la Camorra napolitana. Un escritor al que le llueven invitaciones: la siguiente, una conferencia en la Academia Sueca, junto a Salman Rushdie, otro escritor condenado a muerte por escribir Los versos satánicos.

Este año, ha habido un cambio en la dirección del festival. Javier Martín-Domínguez, un veterano y prestigioso periodista, más tarde dedicado al mundo del cine y la televisión, ha sustituido a Manuel Grosso. El nuevo director, que ha tenido elogiosas palabras para su antecesor, ha diseñado un festival "un poco más abierto en el concepto cinematográfico", con el fin de mostrar la variedad y riqueza del cine europeo.

El público ha respondido. Es más, si hay que poner un pero a la organización, es precisamente el éxito de público. Conseguir entradas para la mayoría de las películas exhibidas era toda una proeza que exigía horas y horas de cola. Eso sí, reconfortaba ver las salas repletas de jóvenes aplaudiendo a rabiar películas como La Ola o Il Divo, además de la citada Gomorra. Por cierto, estas dos ultimas películas firmes candidatas a recibir el Premio de Cine Europeo (el equivalente a los oscars).

¿Había poco glamour? Es posible. Pero había otras cosas, mucho más importantes y duraderas: compromiso. "El festival realiza una apuesta muy clara por la libertad en el campo político", anunciaba Martín-Domínguez. La película alemana La Ola nos conmovía con lo sencillo que puede resultar transformar a un grupo de pacíficos estudiantes en un violento grupo neonazi. Il Divo nos trae el inquietante retrato de un dinosaurio político, Giulio Andreotti, y las intrigas palaciegas italianas.

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Un compromiso recordado por el veterano Franco Nero, cuando recibió el premio Ciudad de Sevilla por el conjunto de su obra: "El cine significa libertad, y eso lo demuestra que en los países en los que no hay libertad, no hay cine". Lo remachaba el alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, quien como máximo responsable del Ayuntamiento, organizador del certamen, destacó de Saviano su "dignidad cívica, su defensa de los valores democráticos frente a la opresión".

Sí. Era una gala y un festival distintos y quizá, quién sabe, pero qué importa, con menos glamour. Pero si el festival de Sevilla, que sólo tiene cinco años, quiere hacerse mayor, como el de Cannes, Venecia o San Sebastián, tendrá que buscar (y encontrar), un estilo propio. Por lo visto este año, parece bien encaminado. Y los que quieran glamour, que lo compren. Se vende en agencias especializadas. Aunque quizá sea mucho mejor invertir ese dinero en buenas películas. Que son las que proporcionaran éxito duradero al festival. Las que abarrotarán las salas. Eso, como diría Saviano, no puede dar miedo a nadie.

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