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Jerusalén devuelve la alcaldía a un laico al cabo de cinco años

Nir Barkat afronta el desafío de frenar la influencia ultraortodoxa en la ciudad

Una ciudad decrépita, Jerusalén, decidió ayer en las urnas devolver el poder a un laico después de un lustro de mando ultraortodoxo. Competían en la reñida pugna por la alcaldía el rabino Meir Porush, promotor de prohibir fotografías de mujeres en la publicidad de los autobuses, frente a Nir Barkat, empresario derechista que hizo fortuna en el mundo de la informática y que promete construir miles de viviendas en un barrio árabe de Jerusalén Este. Con un tercio de los votos escrutados, Barkat aventajaba -50% frente a 36%- a Porush.

El electorado optó por aupar al laico frente al fundamentalista. Pero Barkat afronta un desafío descomunal: frenar la influencia en la ciudad santa de los ultraortodoxos, cuyo índice de natalidad propicia la expansión por barrios antes sólo laicos, y dar un revolcón de modernidad a una ciudad que se empobrece día a día.

Los grandes partidos -Kadima, Likud y Laborismo- dieron por perdida la batalla por la ciudad que consideran su capital eterna y referente histórico ineludible. Hace años que cerraron sus sedes y no han presentado candidatos en unas elecciones de trascendencia nimia para las negociaciones con los palestinos.

Porush representaba al 30% de los ultraortodoxos judíos de Jerusalén. Pero este hombre -53 años, 12 hijos, larga barba blanca, familia influyente en el municipio durante décadas e impulsor del bloqueo del carril de una autopista porque en el subsuelo se hallaron restos de tumbas- no logró superar los conflictos internos de la conflictiva comunidad haredí (ultraortodoxa). Algunos le dieron la espalda.

Barkat, por su parte, se caló la kipá, visitó el Muro de las Lamentaciones y cortejó y recibió el respaldo de los rabinos que sustentan el movimiento de los colonos, que recelan de una comunidad, la ultraortodoxa, que sólo vive para la Torah y rechaza servir en el Ejército y en los territorios ocupados palestinos.

Para Barkat comienza ahora el reto. En Jerusalén, los asfixiantes problemas de empleo, vivienda, carencia de plazas escolares y tráfico enloquecedor se suman a una escuálida oferta de ocio. La provisión de fondos y las decisiones cruciales para el porvenir de la ciudad se adoptan en el Gobierno. De ahí que la participación en las municipales sea tradicionalmente reducida. Además, en esta ciudad de 750.000 habitantes, un 34% de sus vecinos son palestinos que obedecen la orden de sus líderes: boicotean los comicios. En un colegio en el que están registrados cientos de árabes, ni uno había votado a las dos de la tarde.

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Muchos judíos no ven futuro a la ciudad. Miles de parejas jóvenes, a menudo cerebros cotizados, huyen. Unas 30.000 personas la han abandonado en los últimos seis años. "Jerusalén sufre la peor atrofia desde la época del Imperio Otomano", escribía el lunes el historiador Tom Segev. Marchan a Tel Aviv.

Casi cinco millones de electores estaban convocados para elegir alcaldes en 159 pueblos y ciudades de Israel en unos comicios que carecen de especial relevancia política, porque los partidos con aspiraciones a ganar las generales del 10 de febrero desprecian las contiendas locales.

El aspirante ultraortodoxo a la alcaldía de Jerusalén, el rabino Meir Porush, tras votar ayer.
El aspirante ultraortodoxo a la alcaldía de Jerusalén, el rabino Meir Porush, tras votar ayer.EFE

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