Reglas de tres
No hace ni un verano, el pasado ni estaba comenzado pues andábamos por la primavera, que la crisis no existía. En aquel tiempo lo que preocupaba a los políticos era la desaceleración. Pedro Solbes, unas veces, y otras Pizarro que llegó de campeón, como el eterno candidato Javier Arenas, ocupaban los espacios de televisión, radio y prensa y nos enseñaban sus conocimientos sin que el tiempo que ha pasado nos lleve a animar con su ejemplo a hijos, nietos, amigos y vecinos para que estudien Economía. No hay ni que decir el por qué. Han pasado unos meses y sabemos que, a pesar de sus manifestaciones, estamos en la crisis que no estábamos; nos creemos entendidos de sus causas y nos damos una de sapiencia económica. Unos días más y también sabremos si hay recesión; cómo vamos a darle respuesta y solución a estos problemas y cualquiera que se precie o mejor se deprecie, pues estamos en plena caída económica, puede darnos el desayuno con un doctorado económico e incluso explicar el IVA y el IBI. Mañana en el desayuno procuraré acercarme a una de estas tertulias matinales y darme un baño de saber económico. No obstante, en tanto llega, necesito que me expliquen el por qué las cifras del diferencial entre desempleados españoles e inmigrantes.
No hace mucho, en lo que a la violencia doméstica se refiere, empezó a distinguirse entre si el macho violador y violento es de aquí o de fuera, y sobre la influencia de las distintas culturas en esta clase de violencia. Es como si a más machos violentos no nacionales menos nacionales quedaran. Es como si se aplicara una regla de tres simple y directa en la que la incógnita española se despeja multiplicando islamismos por colombianos y divididos por rumanos por ejemplo, de suerte que salgan menos machos violentos españoles. El resultado parece favorecer la causa española. Es más, y a mayor espanto, se empieza a diferenciar entre no autóctonos, regularizados o legales y los que no lo son, queriendo dar la impresión de que se es más violento si no estás empadronado y no eres regular. Seguramente el profesor Neira, ahora que se está recuperando de un ataque salvaje autóctono y cañí, no entienda mucho, y algunos más tampoco.
Pues, bien, algo así está ocurriendo con la crisis económica y mis entendederas, ya afectadas después del magisterio de Pedro Solbes y Pizarro, se resienten. Así con motivo de la crisis se están dando datos de emigrantes en paro y el PP, con su líder Mariano Rajoy a la cabeza, empieza con la cantinela de siempre, como es la de que se necesita una nueva Ley de Inmigración que se rija por el control, el orden y la ley. Pienso, aun a riesgo de no ser tan profundo como esta derecha del orden, que diferenciar entre inmigrantes legales, ilegales y autóctonos es, además de una grosería para los inmigrantes con o sin papeles, escasamente inteligente. Tan falto de razón como destacar que la mayor violencia de género se da en los inmigrantes cuando resulta que antes de venir ya estábamos que mataban sin parar los muy machos y el refranero español lo venía cantando.
La crisis afecta sin distinción y quienes más sufren son los más pobres y con menos recursos. El paro de los inmigrantes es más dañino por cuanto no tienen la misma protección que los españoles. La modificación del actual marco legislativo con la intención de hacernos creer que mejoraría la situación económica por parte del PP, es una más de las muchas estupideces que se oyen todos los días para solucionar la crisis. No es momento de insolidaridad, ni de diferenciar las cifras del paro; el paro afecta sin distinción. No caben distinciones salvo que lo que se desee, y al igual que otros con la violencia machista, sea responsabilizar a los inmigrantes en paro del mayor incremento de delitos. Aquí, y al igual que en los casos de violencia machista, no caben reglas de tres en los que la incógnita se despeje en contra de los inmigrantes y su marcha sea la solución, en un caso, cuando la tragedia ya se estaba desarrollando cuando llegaron y, en otro, de una crisis, una de cuyas causas es la acumulación de riqueza, y no la pobreza de los inmigrantes.
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