Un futuro brillante
En el transcurso de los últimos días, hemos conocido algunas claves de los planes estratégicos que se preparan para la provincia de Alicante. Dos son los planes en los que se trabaja en el actual momento. El primero de ellos es un encargo de la Cámara de Comercio que preside Antonio Fernández Valenzuela; el otro, lo patrocina la Diputación Provincial, que controla José Joaquín Ripoll. Cuando los proyectos estén acabados, y a partir de los datos expuestos en ellos, la Generalidad tutelará un macroestudio que permitirá conocer las necesidades de la provincia de Alicante. Si los alicantinos no tenemos un futuro brillante, no podremos decir que sea por falta de planificación.
El origen de estos planes se remonta a noviembre de 2007 cuando, en la Noche de la Economía Alicantina, Fernández Valenzuela denunció la discriminación de la Generalidad hacia Alicante. Valenzuela anunció que encargaría un plan estratégico para conocer cuales eran las necesidades de la provincia; Ripoll, para no quedarse atrás, replicó con uno propio. A los pocos días, la Generalidad participaba con un tercer plan. Alicante, que jamás se había preocupado por auscultar su futuro, se encontraba de pronto con tres proyectos encima de la mesa. Las rivalidades políticas -y la falta de un liderazgo claro en la provincia- provocan estos efectos.
¿Servirán para algo los planes estratégicos cuando finalmente se publiquen? Debemos suponer que sí; de momento, obligan a muchas personas a reflexionar sobre las necesidades que tiene Alicante. Otra cuestión es que, cuando todo el mundo habla de las ciudades como factor de crecimiento económico, aquí andemos dándole vueltas a la provincia. Quien asegura estar preocupado por el futuro, suele ser quien más añora el pasado. Tampoco deberíamos pedirle demasiados milagros a un plan estratégico. A fin de cuentas, estos trabajos se limitan a dibujar un mapa en el que señalan fortalezas, debilidades y sugieren los caminos más adecuados para operar. En una provincia con intereses tan variados como es esta, resultará difícil llegar a conclusiones de carácter general.
El momento decisivo de un plan estratégico es cuando, finalizados los estudios, expuestas las conclusiones, llega el momento de su ejecución. Se han elaborado planes admirables sobre el papel que no han producido después el menor efecto. El Plan Estratégico para la Modernización de las Administraciones Valencianas que se publicó, si no recuerdo mal, en 1996, era un plan magnífico. Debió costar, además, mucho dinero, porque estos estudios no acostumbran a ser baratos, dada la cantidad de especialistas que intervienen en ellos. Doce años después de aquel esfuerzo, ¿podemos afirmar que los valencianos tenemos una administración moderna?
No quisiera dar la impresión de que soy contrario a este tipo de proyectos que, cuando están bien realizados y se llevan a cabo, tienen una innegable utilidad. Elche los ha utilizado en época reciente y buena parte del desarrollo que ha vivido la ciudad se debe a ellos. Pero el plan estratégico de Elche, Futurelx, tuvo dinero para pasar del papel a la realidad. Y este es el punto flaco que de los planes que ahora se anuncian para la provincia de Alicante. Dada la situación económica de la Generalidad, que es de una debilidad extrema, corremos el riesgo de producir unas enormes cantidades de literatura que después no nos sirvan para nada.
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