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Reportaje:

Despido con cesta de Navidad

Una multinacional holandesa pone en la calle con turrones a 100 empleados

María Fernández

"Hoy hemos ido a recoger el finiquito. El ambiente resultaba frío, creo que todos intentábamos disimular nuestros sentimientos. Juntos hemos luchado hasta donde nos ha sido posible". Las palabras están escritas en el blog de José Manuel Rodríguez, Palmajo. Es uno de los 100 trabajadores de la multinacional holandesa Draka, que acaba de cerrar su fábrica de Mos (Pontevedra). Ayer pasaron por la planta para recoger las cestas de Navidad que la dirección tuvo la delicadeza de regalarles justo después de mandarlos al paro. En un lateral de cada caja, llena de turrones y botellas, iba escrita en letras cursis la palabra "felicidades".

"Llevaba unos 10 años aquí, como operario de rebobinado primero y en extrusión después. Hacíamos cables muy específicos que utilizan en Ford, Siemens o Renault. El coche que tengo los lleva dentro". Mariano Vilar resume así lo que hacía en Draka. Para él y para muchos de sus compañeros las condiciones laborales eran "buenísimas", por los horarios y la forma de trabajar: "No sufríamos las rigideces que se encuentran en otras auxiliares, que no te dan tiempo ni para ir al baño". Esa era la filosofía de Draka: un entorno humanizado y sueldos dignos. En una carta personalizada que recibieron en octubre de 2007, el recién nombrado nuevo director de la multinacional, Sandy Lyons, explicaba a cada trabajador que su estrategia pasaría por mantener el ritmo del negocio y "cuidar a los empleados". No tardó ni seis meses en anunciar el cierre de la planta gallega.

"Nos engañaron, se portaron como unos traidores", dice un trabajador

Empezaron entonces las movilizaciones, las cartas de apoyo, las presiones. Fueron recibidos por el conselleiro de Industria, por la directora de Relacións Laborais y por el director del Igape. La alcaldesa de Mos se implicó hasta el punto de acudir con ellos a las manifestaciones. "Pero al final las buenas palabras son eso, buenas palabras y nada más". El comité de empresa logró negociar una indemnización de 65 días por año trabajado con un complemento de 2.000 euros. La mayoría estuvo de acuerdo y firmaron. Ahora están en manos de Moa BPI, una consultora especializada en situaciones "difíciles" que tiene seis meses para recolocarlos. Uno de los afectados por el cierre, Fernando Pérez, cree que es poco tiempo, que les conseguirán un contrato temporal y después, "a la calle otra vez".

El caso es que ninguno logra explicarse qué ha pasado. "Llegamos a fabricar 120 millones de kilómetros de cable en un año. Éramos el buque insignia de la multinacional. Nunca nos faltaron los pedidos", dice Fernando Iglesias, uno de los veteranos. Alberto Millará, el presidente del comité, lleva meses insistiendo en que se trata de un cierre premeditado desde que, en 2005, en Holanda decidieron eliminar la dirección comercial de la factoría de Mos. "Nos querían liquidar", resume. No saben muy bien para qué. Algunos dicen que Draka tiene intención de deslocalizar su producción; otros, que la maquinaria se la llevarán a Alemania. Mariano se enfada pensando que "cinco directivos en Holanda" tomaron las decisiones. "Nos engañaron, se portaron como unos traidores", zanja. Sus compañeros le dan la razón.

¿Y ahora? "Este es un mal momento para encontrar empleo, está claro". La mayoría tiene entre 40 y 45 años y muchos recibos que pagar en casa. "Tenemos un respaldo de dos años", dice Palmajo. "Pero en este tiempo los empresarios van a tener mucha carne barata con la crisis", le responde un compañero. Fernando Pérez habla de que no es momento para quedarse parado: "Yo estoy estudiando todas las salidas. Hay que reciclarse. Sé que no voy a volver a hacer lo que hacía, todos lo sabemos".

Reconoce que no ha pasado ni una semana desde el despido y que todos están asumiéndolo. También están asimilando los resultados semestrales que ha presentado la empresa, en parte con su esfuerzo. El grupo ganó hasta julio 75 millones de euros, un 7%. Parece una broma, como lo de la cesta.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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