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Columna
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Camí dels Mestrets

Que dicen los sesudos y sesudas, barones y féminas -que ocupan su preciado tiempo en estudiar el esperma en institutos investigadores del la fecundidad humana- que el nuestro, que el esperma de los valencianos viene a ser de lo peorcito de Europa. Vaya por dios. Con todo lo valientes, viriles y festivos que somos delante y detrás de los astados en más de 7.000 festejos taurinos a lo estrecho y largo de nuestras ciudades, pueblos y aldeas. Ahora resulta que flaqueamos por el lado de las esencias masculinas reproductoras. Achacan los entendidos esas deficiencias a los hábitos de alimentación, a los tercios que comporta la vida moderna, al alcohol y al tabaquismo, a los estupefacientes, a la contaminación de todo tipo, incluidos los pesticidas utilizados en el tratamiento fitosanitario de frutas y verduras.

Para esquivar en parte alguno de esos factores relacionados con el esperma, ya hace varias décadas que algunos vecinos de la capital de la Plana decidieron tomar asiento y casa en los alrededores del camí dels Mestrets. Tienen sus pequeños huertos, algunos además sus animales de corral, su ocupación en el tiempo libre y su relativa tranquilidad al lado mismo de la ciudad. No les atosigan las calles de un Castellón muy dinámico y muy destartalado en cuestiones urbanísticas y políticas, que suelen ser aquí una cosa y la misma, como en otros rincones del País Valenciano. Y luego, debido a esa pecaminosa simbiosis, ya se sabe: aquí y allá atentados contra la ordenación del territorio, prevaricaciones varias, cohechos, sobornos, falsedades documentales, fraudes, estafas, abusos y otras lindezas que atentan contra la pública honestidad, y que acaban algunas veces donde la policía o donde los jueces. Ejemplares, somos ejemplares, y deberíamos ser declarados especie protegida en peligro de extinción, dada la poca calidad o cantidad de nuestros puñeteros espermatozoides.

Pero andábamos o paseábamos por el castellonense popular y valenciano camí dels Mestrets. Las casas unifamiliares con sus pequeños huertos medio ajardinados no contemplan paisajes espectaculares ni bosques frondosos ni lagos azules: el naranjo, el níspero, el humilde geranio o la margarita. Ninguna villa espectacular con vistas al mar, ninguna mansión ostentosa: viviendas a lo alquería tradicional con bastante calidad de vida para los tiempos que corren. Una calidad de vida que, según los expertos, influye sobremanera en la calidad del semen. Y una calidad de vida en peligro, que se hubiera ido ya a tomar viento fresco si el Tribunal Superior de Justicia valenciano no hubiese anulado ese otro día la planificación urbanística para la zona prevista por el Ayuntamiento de Castellón, con el beneplácito y la bendición del Consell. Amén, pues, de momento, hasta que otras instancias superiores de la Justicia, a las que piensan recurrir los urbanizadores, no digan lo contrario.

Dice el alto tribunal, que la planificación urbanística del camí dels Mestrets es contraria a derecho e injusta con los propietarios, quienes no solo se quedaban sin calidad de vida sino que además tenían que pagar lo impagable por zonas dotacionales públicas como el complejo de la futura Universidad Internacional Valenciana (VIU en inglés anglosajón). La pacífica lucha del vecindario del camí dels Mestrets contra los planes urbanísticos, que son abuso e injusticia, es digna de un monumento ciudadano. Aunque la anulación parece que sólo es una tregua. Y aquí el urbanismo se impone aduciendo el volumen de los atributos masculinos: un argumento con esperma de mala calidad.

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