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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Warum Warum' 'Master class'

Peter Brook, un clásico ya del Festival de Tardor de Catalunya Temporada Alta, ha vuelto con otro montaje pequeño, cortito, intimista, de la mano de una de sus actrices habituales, Miriam Goldschmidt, a quien ya vimos interpretando a la Winnie de Beckett en Días felices hará unos cuatro años. Warum Warum (Por qué, por qué) es un trabajo de investigación sobre la esencia del teatro que le lleva a sus ochenta y algo a cuestionar la naturaleza de esa esencia como el primer paso de todo proceso de creación. ¿Cuál es el sentido real de nuestro trabajo?, se pregunta Brook. Para seguir tirando del hilo, que no para dar respuestas, Brook y su también habitual dramaturga Marie-Hélène Estienne se sirven de una serie de textos de autores, como Artaud, Edward Gordon Craig y Meyerhold, cuyas teorías sobre el hecho teatral y la manera de abordarlo fueron muy influyentes en su momento. En este mosaico de voces del pasado no podía faltar la de Shakespeare, de quien Brook ha sido siempre deudor. Así, Warum Warum se convierte en toda una master class que bien podría inaugurar cualquier nuevo curso de una escuela de teatro.

WARUM WARUM

Texto de Peter Brook, Marie-Hélène Estienne. Dirección: Peter Brook. Intérprete: Miriam Goldschmidt. Música: Francesco Agnello. Iluminación: Philippe Vialatte. Temporada Alta. Teatre de Salt, Girona, 1 de noviembre.

Acompañada en escena por Francesco Agnello y su hang, un curioso instrumento musical que tiene forma de wok y que, tañido con la punta de los dedos, produce una gama de sonidos bellísimos, Miriam Goldschmidt habla sobre el peligro que entraña el teatro; sobre cómo éste llega a abducir a sus actores, hasta el punto de que algunos sólo se sienten vivos cuando están interpretando un papel; sobre la dificultad de representar emociones como el llanto, la risa o el miedo. Y lo hace dando ejemplos que ella misma representa con un distanciamiento un tanto grotesco con el que se gana las risas del público. Tiene gracia verla haciendo de actriz novel y preguntando a un supuesto director cómo es el oso que le provoca el miedo que ella ha de escenificar. "Peligroso", se responde ella misma, pues asume todos los papeles del montaje. En otro registro más contenido y serio es Gloucester y es Edgar en la escena del precipicio de El rey Lear, un ejemplo de pura convención teatral por parte del bardo, de cómo la imaginación es la esencia del teatro occidental. También es el sufrido Shylock en El mercader de Venecia. Pero sobre todo Goldschmidt es una actriz juguetona capaz de evocar atmósferas, de hacer visible lo invisible y de meterse al público en el bolsillo, un público, por otra parte, entregadísimo de entrada.

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