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Columna
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Salobreña

Diego Valderas es una buena persona rodeado de una manada de lobos. A veces, Izquierda Unida da la sensación de ser algo así como Alguien voló sobre el nido del cuco de tanto desquiciado que se ampara en ideas respetables. Hay dirigentes sensatos y moderados que intentan gestionar con inteligencia la amalgama que es IU (al parecer hay hasta anarquistas), como es el caso de Valderas (por cierto, Diego ¿qué es la organicidad?). Incluso gente como Felipe Alcaraz, persona culta e inteligente marcado por la fatalidad en todo lo que ha intentado, aunque ahora se le ve el plumero del oportunismo en su apoyo a Barroso por los insultos al Rey. IU soltó el lastre de personajes tipo Rejón, pero la sombra de Anguita sobrevuela en todo lo que emprende. El anguitismo es la mayor calamidad que pesa sobre Izquierda Unida. Una prueba de ello es la manifestación de expulsados ante la asamblea regional de IU que no se contentaron con expresar su divergencia sino que hicieron uso de la violencia y quisieron forzar a la organización para entrar en la asamblea. Tanto los de Bollullos como los de Chiclana han pactado con el PP contra la postura de Izquierda Unida por sus ambiciones personales y con una justificación de tipo anguitista, del estilo de que el PSOE es un partido de corruptos y ellos, con el PP, van a realizar la limpieza. Es el rescate de la terminología de las dos orillas, el sorpasso y la pinza, toda la quincalla política que puso en marcha el ex alcalde de Córdoba y que todavía hoy paga en votos Izquierda Unida. Cuando las decisiones son importantes los electores prefieren asegurar que la derecha no gobierne y la única manera de garantizarlo es el PSOE mientras prevalezcan en IU gentes como Anguita, Sánchez Gordillo, Butrón y compañeros mártires. Incluso los críticos andaluces no son de Llamazares sino más radicales que quienes apoyan a Valderas.

Otro problema añadido es que la política de IU la marcan siempre los conflictos y los personajes extravagantes. Por eso se asocia siempre a Izquierda Unida con la astracanada más que con las propuestas políticas sociales, ecologistas, feministas u obreristas. Estas últimas semanas han sido un ejemplo. La actividad política de IU la han marcado los insultos de Barroso y las locuras de Sánchez Gordillo, y han tenido como colofón el tumulto de Salobreña. Es una desgracia para IU y quizás para el propio sistema político, ya que actitudes así empujan a esta organización fuera del acuerdo y la dirigen hacia el show en las verjas del Parlamento andaluz o en las escalerillas de la Audiencia Nacional. ¿Cómo se puede intentar que una fuerza minoritaria sea útil e influyente? Desde luego lo mejor es prescindir de quienes empujan hacia la marginalidad. Es mejor Rosa Aguilar que Barroso o Gordillo, pero parece que estos dos son los que marcan la marcha de la organización y que la alcaldesa de Córdoba está más fuera que dentro. El drama de Valderas es que lo mejor y lo más sensato de su propia organización está fuera de los círculos de poder mientras que los aventureros, los radicales, los de la pañoleta y los antisistema determinan la política.

Izquierda Unida está llamada a ser una organización de entre un 5% a un 8% de los votos. Que puede ser influyente en la medida que sepa gestionar acuerdos con la fuerza mayoritaria de la izquierda, el PSOE, de manera limpia, clara y legítima. Se puede decir sin tapujos qué se pretende negociar. Hacerlo antes de las elecciones, aprobarlo y proponerlo con claridad. Decir cosas como: la defensa del aborto libre y gratuito, de la eutanasia, de la laicidad, de la enseñanza y la sanidad pública, del medio ambiente y la solidaridad son las condiciones para pactar. Y que los ciudadanos decidan. Pero para eso hace falta que los radicales, los gritones y los majaretas pasen a un segundo plano. El que quiera gobernar con el PP o piense que da lo mismo PP que PSOE debería salir de IU si es que de verdad quiere ser una organización de izquierdas útil e influyente.

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