Jessye en dos actos
Obertura. Jessye Norman regresó a Barcelona para actuar, por séptima vez desde 1992, en las temporadas de Ibercàmera. El más veterano ciclo privado de música clásica barcelonés celebra 25 años y se ha dado el gustazo de contar con la diva en el concierto inaugural. Normansabía que la ocasión era especial y aceptó cantar arias de ópera y canciones acompañada por una orquesta.
Acto primero. A Europa, con amor. Jessye dedicó bajo este título la primera parte del concierto a la vieja Europa y su más suntuosa manifestación lírica, la ópera. Aunque los años no pasan en balde, puso su voz camaleónica al servicio de la expresión teatral y se metió en la piel de varios personajes operísticos con un temperamento explosivo. Manejó con prudencia y sabiduría sus aún envidiables recursos vocales -aunque los agudos han perdido luminosidad, los graves son ahora sobrecogedores- y derrochó un sentido dramático de alto voltaje. Viendo durante sólo unos minutos la fuerza que imprime a personajes como Santuzza, Aida y Dalila, se lamenta el no haberla visto jamás actuar en un montaje escénico en esta ciudad. La orquesta del Liceo, en cambio, decepcionó con una respuesta gris y plana, a pesar de los esfuerzos de Rachael Worby, empeñada en lograr más matices y brillantez.
JESSYE NORMAN, SOPRANO.
Orquesta del Gran Teatro del Liceo. Directora: Rachael Worby. Obras de Mozart, Purcell, Mascagni, Verdi, Saint-Saëns, Bernstein, Gershwin, Rodgers y Hammerstein, y Kerr. Temporada de Ibercàmera. Auditori, Barcelona, 30 de octubre.
Acto segundo. Desde América, con amor. Jessye concentró en este apartado algunos de los grandes clásicos del teatro musical americano, que cantó con micrófono y una pésima amplificación. Tocó el cielo con 'Somewhere' (West Side story) y 'You'll never walk alone' (Carousel), bajó a nivel más terrenal en los temas de Gershwin (aunque remontó el vuelo en The man i love) y estuvo radiante en Great day! La orquesta no acabó de ponerse la pilas ni en los arreglos más brillantes.
Epílogo. Jessye sólo regaló dos propinas. Tras el primero, un clásico espiritual negro que despertó entusiasmos en la sala, alguien del público gritó el nombre de Obama: Jessye, complacida, cantó entonces Amazing Grace a capella, con una delicadeza expresiva única. Al salir del Auditori, caras de satisfacción y una certeza: la voz acusa, con mayor o menor virulencia, el paso del tiempo, pero el arte y la sensibilidad, en cambio, ganan siempre con los años.
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