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Cosa de dos
Columna
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Sorpresa

Enric González

Esto no me lo esperaba. ¡Qué sorpresa! Siempre había dado por supuesto que la derecha medraba en ayuntamientos, cabildos, diputaciones, ministerios, gobiernos autonómicos y demás organismos carpetovetónicos. Sospechaba que algún que otro conservador se ocultaba en los consejos de administración bancarios. Pero esto no. Esto era impensable.

Y ya ven. Como decía Vázquez Montalbán, estamos rodeados. Incluso en una institución tan avanzada, progresista y democrática como la monarquía brotan resabios reaccionarios. No hablamos de cuñados, sobrinos, yernos separados y demás servidores públicos, entregados al servicio público desde un discreto segundo plano. No. Hablamos de la mismísima reina. Resulta que doña Sofía está contra el aborto y a favor del crucifijo. Y, encima, tiene su puntito de homofobia. Lo nunca visto. El acabóse.

Comprendo el chasco y la indignación de las organizaciones de homosexuales. Comprendo la desolación nacional, porque esto rebasa lo tolerable. ¡Hasta aquí podíamos llegar! ¡Una reina de derechas! ¿Qué será lo próximo? ¿Un obispo antidivorcista?

Una vez descargada mi indignación, una vez expresado mi pasmo sin límites, permitan que confiese una cierta desazón personal: algunas de las opiniones de la Reina, recogidas por Pilar Urbano, se parecen inquietantemente a las mías. No tengo crucifijos en casa, no creo que haya que enseñar religión en los colegios, ni creo que me fuera posible mantener una "relación fluida" con José Maria Aznar. Pero en lo tocante a aborto, eutanasia y muerte digna, me ha clavado.

Diré más: por mí, las uniones homosexuales pueden llamarse matrimonio o como les dé la gana a los contrayentes, y, aunque a mí nunca me haya proporcionado especiales subidones mi condición de heterosexual, no veo por qué un homosexual no ha de sentirse orgulloso de serlo. También me parece legítimo que algunos homosexuales (o heterosexuales) quieran desfilar sobre una carroza.

Ahora bien, lo de los gays y las carrozas siempre me ha parecido una horterada. ¿Estaré volviéndome monárquico?

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