Gerard Damiano, director de cine porno
Fue autor de 'Garganta profunda', filme imprescindible del género
El título Garganta profunda y el despertar sexual de toda una generación van inexorablemente unidos. El responsable de los sueños eróticos de todos los mayores de edad que en 1972 acudieron en masa a los cines estadounidenses a ver la que se considera la película que abrió las puertas de la industria del porno, se llamaba Gerard Damiano y aunque ya era una leyenda, entró definitivamente en la historia el pasado 25 de octubre, al fallecer de un infarto, a los 80 años en Ft Maters (Florida).
Damiano, que en realidad era peluquero pero tenía debilidad por las películas eróticas, consiguió 25.000 dólares prestados de la mafia y embarcó a varios amigos en lo que se convertiría en el porno más rentable de la historia, con más de 600 millones de dólares de recaudación. Su idea, muy simple, caló a fondo entre los espectadores: la protagonista, Linda Lovelace, tiene un clítoris en la garganta y eso la convierte en una mujer muy especial. La ironía implícita en la historia, así como las escenas de sexo oral del filme provocaron una fuerte controversia entre la prensa conservadora, que, tras la revolución sexual del 68, vio en Garganta profunda la personificación del pecado. Eso alimentó también la curiosidad de la parte de la sociedad estadounidense que renegaba del puritanismo. Y de repente, verla se convirtió en un acto de obligado cumplimiento si te considerabas alguien de ideas progresistas. Desde Truman Capote a Jack Nicholson declararon ser fans del filme: quedaba inaugurada así la moda del porno chic, si las celebridades veían porno debía de ser bueno. Pese a ello, fue perseguida judicialmente y llegó a prohibirse en varios Estados.
Damiano siguió haciendo cine porno pero nunca consiguió alcanzar el nivel de éxito que le dio Garganta profunda. "No era su película favorita, nunca creyó que fuera una gran película" declaró ayer su hijo, Gerard Damiano Jr.
Garganta Profunda, además, saltó del cine a la política al convertirse en el nombre de la fuente secreta utilizada por los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein en el caso Watergate.

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