Dimensiones paralelas
Otro mundo es posible. Al menos para los norteamericanos Animal Collective, que exhibió en sus nuevos temas un demoledor instinto tribal que no se sabe de dónde diablos viene (cada vez es más difícil rastrear sus referentes), y que les distancia de su condición de discípulos de la alucinada psicodelia de los primeros Mercury Rev. Su hipnótica y nada complaciente actuación exclusiva en Valencia fue lo más destacado de una noche de sábado que comenzó con las densas neblinas de The War on Drugs ornamentado su aplicado aliento narrativo dylaniano, y acabó con la ramplonería electro rock de los belgas Vive La Fête.
El viernes había mostrado la aceptación que cierto pop amanerado y escasamente exigente ha alcanzado últimamente entre una clientela que, huyendo de las obvias radio fórmulas, encuentra solaz en un cada vez más devaluado concepto de lo alternativo, versión nuevo siglo. Es lo que hay. Aunque lo de Russian Red es otro cantar, porque la esplendorosa voz de Lourdes Hernández es su mejor pasaporte para hacer despuntar un sobrio temario que quizá sólo peque de lineal. La molesta cháchara ambiental que sufrió se cortó con Vetusta Morla, cuya impostada aflicción seudopoética, su acongojado retorcimiento melódico y la fiel traducción de todo ello al directo demuestran la nociva mella que Los Piratas, los primeros Radiohead o alumnos aventajados como Maga han hecho en toda una generación de bandas de este país. Al igual que Facto Delafé y las Flores Azules, más oxigenantes en su contagioso vitalismo con vetas de hip hop ligero y sin pretensiones, aunque sea vendiendo el gato de la desacomplejada falta de rubor por la liebre de una propuesta tan efectista como aseadamente limitada. La banda sonora ideal de un spot de Isabel Coixet. Ideales para el contoneo buenrollista, irrelevantes para quien busque algo más allá, que seguramente no fuera el caso.
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