Minorizados y mayorizados
Vean al César que humilló a la ONU y al mundo destruyendo Irak retirarse dejando atrás vergüenza, incendio y ruinas. Le queda vengarse infantilmente de la ciudadanía española, que rechazó su guerra imperial. Lo que parecía invencible se hace humo.
Pero nos cuesta verlo, porque los humanos, en vez de meter ideas en la cabeza, solemos meter la cabeza en una idea. Luego no sabemos sacarla. Así, hemos interiorizado la idea de Galicia como país conservador mientras que Madrid, por ejemplo, no lo sería. Aún más, tememos que en el fondo el PP de Galicia sea quien mejor expresa a nuestra sociedad. Es un error en el que caemos casi todos, curiosamente es el PP el que sabe que tristemente no es cierto. Y si no, véanlo en el parlamento entregándose a la tentación de la bebida, contando obsesivamente los refrescos, mojitos y minibares de la Xunta. Quién te ha visto y quién te ve.
La lengua gallega es un patrimonio de todos, una piedra de consenso que no debemos discutir
Nos cuesta mucho recordar ya que la actual Xunta está sostenida por un único diputado. Primero, porque nunca le ha faltado ese voto y eso es un verdadero éxito político, pero sobre todo porque el PP se ha transformado en un partido muy pequeño. No un partido minoritario, pues tiene muchos diputados y fuertes anclajes organizativos e ideológicos en nuestro país, pero sí completamente minorizado.
Lo minorizó la pérdida del poder, el pasar de tener el gobierno a no tenerlo es una caída. Cuando un partido pierde el poder, si no tiene una dirección política clara y vigorosa pierde la potencia e interioriza la impotencia. Eso le ha ocurrido al PP aquí: perdió el proyecto para Galicia, perdió el liderazgo y la dirección.
Simplemente se opone a todo por todos los medios, bracea contra la corriente, pero al final va arrastrado a la deriva. La prueba es que, de ser el partido que gobernó la Xunta, que aprobó la Ley de Normalización Lingüística y la gestionó, -mal, pero lo hizo-, pase ahora a ser un partido que sigue la consigna de un grupúsculo minoritario dirigido por una ex dirigente socialista enfrentada a muerte al que fue su partido. El PP de Galicia está hoy marcado por la insurrección de una fracción, marcadamente femenina, que utilizando el castellano por bandera importa a Galicia el veneno de la división social. Núñez Feijóo se ve en la tesitura de seguir la senda de E.R.C., Esperanza, Rosa y Corina.
El PP se comporta hoy en casi todo como un partido antisistema que rompe los consensos políticos y sociales y anima la insumisión. Perdido el control del presupuesto público, se alejó de los intereses de la sociedad gallega para plegarse a un tipo de oposición puramente ideológica guiada desde el búnker madrileño. Este PP no es un partido serio, no sólo no tiene un proyecto de país, sino que es la negación misma de que tengamos un proyecto colectivo. Mientras pueda impedirá renovar el estatuto de autonomía. Es fácil imaginar que, si estuviese en su mano volver a decidir sobre la autonomía, nos quedaríamos sin ella.
Así como perder el poder político puede llevar a un partido a la desesperación, detentarlo es como beber la poción mágica del druida Panoramix. Es el caso del BNG que, vigorizado por el poder, tiene hoy más influencia que la que le da su número de diputados y su penetración organizativa e ideológica en nuestra sociedad. Teniendo la dimensión que tiene hoy, el BNG es más influyente, tiene mayor tamaño político que el PP en Galicia. El PP se ha minorizado y el BNG se ha mayorizado. El BNG hoy tiene una responsabilidad social muy importante, mientras que el PP se muestra completamente irresponsable.
Por ello creo que hace mal el Bloque si cae en la provocación del PP. La lengua gallega es un patrimonio de todos, una base de identidad colectiva y una piedra de consenso que simplemente no debemos entrar a discutir. Que la responsabilidad de desestabilizar recaiga únicamente en los que están jugando a la desestabilización social, en los jíbaros políticos.
Estos días reciben premios nacionales Xusto Beramendi, por su estudio sobre el galleguismo, y Agustín Fernández Paz, un escritor con mayúscula de literatura con minúsculas. Ambos refuerzan el patrimonio de todos. Otros traen la cizaña y quieren recortarnos y quitarnos. Debiera haber algún tipo de premios nacionales para los que dañan el bien común.
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