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ARTES MENORES | OPINIÓN
Columna
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El contubernio sobrehumano

Javier Sampedro

Los abanderados del apocalipsis climático buscan restringir la libertad como los comunistas, dice Aznar, para implantar una única ideología correcta, la verdad oficial del pensamiento único escoltado por una Inquisición, dice Aznar, que persigue, acorrala y castiga toda discrepancia en pos de un bien sobrehumano, dice Aznar, y la gente se pregunta hasta qué punto tendrá razón el presidente del Gobierno que firmó el Protocolo de Kioto en 1998. ¿Será que le engañaron los comunistas, los ideólogos, los inquisidores, los superhombres, los japoneses? ¿O será que le engañaron los científicos? ¿Hay en la ciencia dogmas gratuitos, modas discutibles, definiciones arbitrarias?

Pues claro que las hay. "La 'epigenética' es cuando un trozo de cromosoma registra, señaliza o perpetúa cualquier estado de actividad alterado", dice Adrian Bird, de la Universidad de Edimburgo, en el último número de Nature. "Eso es una bobada ridícula", le responde Mark Ptashne, del Centro Oncológico Sloan-Kettering de Nueva York. "Yo tendría mucho cuidado con el término 'epigenética", añade Bing Ren, de la Universidad de California, campus de San Diego.

La gente se pregunta hasta qué punto tendrá razón el presidente del Gobierno que firmó el Protocolo de Kioto

Con todo, el uso de la palabra se ha multiplicado por diez en la literatura científica en los últimos diez años. "La gente decidió que hacía ciertas áreas más interesantes", explica Kevin Struhl, de Harvard. Y "la gente" tenía razón: los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) norteamericanos, la mayor maquinaria mundial de investigación biomédica, han empezado este mismo mes a liberar los 190 millones de dólares (149 millones de euros) de su nueva iniciativa de epigenómica, y otros países van detrás.

Tampoco es fácil definir el entendimiento, como ilustra un clásico experimento mental del filósofo John Searle, el de la habitación china: José María está encerrado en una habitación, y de vez en cuando recibe por debajo de la puerta un ideograma chino. José María no sabe chino, pero ha sido adiestrado para clasificar los ideogramas según algún criterio, como ser un verbo, y devolver por debajo de la puerta el resultado de su análisis sintáctico.

Searle pretende demostrar que los ordenadores, como José María, no poseen nada parecido a un entendimiento del lenguaje. Pueden ser adiestrados para procesar textos en chino, pero no saben chino. Pero "lo que significa la habitación china de Searle", opinaba Francis Crick, "es que, si tienes un sistema que sólo puede manejar la sintaxis, entonces no puede manejar la semántica. Dicho esto, dicho todo".

Un caso algo distinto es la complejidad. Todos los sistemas complejos tienen propiedades comunes: están compuestos de muchos agentes independientes -consumidores si hablamos de economía, coches si del tráfico, neuronas si del cerebro, especies si de un ecosistema-, y los agentes forman una red que ajusta continuamente la fuerza de sus nexos. Suelen mostrar el efecto mariposa (una pequeña alteración puede producir un gran cambio) y fenómenos emergentes (propiedades del todo no explicables por la suma de sus partes). Aun así, el ingeniero Seth Lloyd, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), junto a Boston, ha compilado nada menos que 42 definiciones del término complejidad.

Sí, los científicos son muy conscientes de que hay conceptos resbaladizos, riesgos dogmáticos, modas financiables, definiciones cuestionables. Además de los citados, los editores de Nature denuncian los "cambios de paradigma", la "raza", el "tipping point" (donde el cambio gradual se hace brusco), qué es y qué no es una "célula madre" y qué se considera "estadísticamente significativo". Sin embargo, el cambio climático no aparece en la lista. Yo pensaba que era porque los 3.000 principales climatólogos del mundo ya se habían puesto de acuerdo en que el cambio climático existe, y en que su principal causa es que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera no tiene precedentes en el último medio millón de años. Menos mal que Aznar me ha sacado de la habitación china.

José María Aznar haciendo <i>footing</i> en Baqueira Beret un día de las navidades de 2000 en que la nieve era demasiado escasa para esquiar.
José María Aznar haciendo footing en Baqueira Beret un día de las navidades de 2000 en que la nieve era demasiado escasa para esquiar.EFE

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