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Columna
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Gobierno en la calle

Si uno hace caso a la presidenta de esta nuestra Comunidad parece que en el futuro inmediato puede haber muchas oportunidades de empleo en las subcontratas de los socialistas madrileños para contar con agitadores que la vituperen a las puertas de los hospitales y en los hospitales mismos. Los socialistas madrileños, si trabajan sus ocho horas de rigor, no pueden dar abasto por sí solos a las visitas, preinauguraciones, reinauguraciones e inauguraciones en falso de la presidenta, y a la fuerza necesitan contrataciones por obra para que la abucheen. Pero no sabe uno cómo interpretar esta iniciativa del PSM; si es que el socialismo madrileño se ha vuelto tan señorito que prefiere pagar para que le hagan la labor de incordiar a Aguirre o si ha decidido crear así nuevos puestos de trabajo. También es posible que se haya visto abocado a eso por la imposibilidad de hablar con la presidenta. Sobre todo, si es verdad que después de que Tomás Gómez, nuevo líder socialista, le haya requerido una y otra vez diálogo, posibilidad de analizar juntos algunos problemas importantes para los madrileños, sólo ha obtenido de ella el silencio por respuesta.

A Esperanza Aguirre le gusta más la pancarta que la mesa de negociación

Pero, sea como fuere, cuando Aguirre habló con profunda convicción de la existencia de subcontratas socialistas para ese menester, se hizo digna de ser creída, siendo como es experta en subcontrataciones. Lo que pasa es que ella, que no se para en barras, atentó verbalmente contra los manifestantes, llamándolos asalariados de los socialistas o, como dijera Rajoy, de los artistas que defendieron en su día la candidatura de Zapatero, unos untados, y se quedó más ancha que la ministra de Educación de Berlusconi, su correligionaria Gelmini, que con el mundo educativo en pie de guerra, como casi le pasa a Aguirre, prometía no hacer caso a quienes protestan; quienes protestan son para Gelmini sólo "un grupo de pusilánimes". Tal vez los educadores italianos, faltos de ánimo y valor para tolerar la desgracia berlusconiana, son en efecto unos pusilánimes, pero no creo que se trate del mismo caso de los subcontratados por los socialistas de Madrid, según Aguirre. Tanto porque la desgracia de Aguirre no es comparable con la de Berlusconi, igual que a Franco sólo Aguirre puede llegar a compararlo con Napoleón, como porque lo menos que se puede pedir en una subcontratación de este tipo es verdadero valor.

Pero si bien se ve, Aguirre va más lejos que Gelmini. Hasta tal punto que ha iniciado una campaña insólita de su Gobierno contra su oposición: quiere sacar al PP a las calles de Madrid con pancartas y banderas para denunciar las mentiras y la violencia del socialismo madrileño. Y precisamente ahora, cuando uno había empezado a creer que los jóvenes de los partidos con poder, sobre todo en las capitales, no emplean ya su entusiasmo en pegar carteles ni en cualquier otra tarea que puedan resolver las empresas competentes. Cuando parecía claro que abunda cierto tipo de militante, dispuesto a servir a su partido con sus propias empresas, previos pagos, algunos muy sustanciosos.

Pero el aparente disparate de Aguirre indica al menos que el PSM se mueve y Aguirre le teme, aunque no creo que la presidenta tenga interés alguno en divulgar sus temores. Y que lo hace mejor que esos partidos que organizan algaradas y manifestaciones, con obispos o sin ellos, pagando el autobús y regalando un bocata. Porque eso de las subcontratas sí que resulta verdaderamente nuevo. Y lo que no se sabía es que el PSM se hubiera modernizado tanto que su líder recurriera ahora a la subcontratación para el alquiler de personal protestón.

Pero la calle es la opción que queda cuando las instituciones no funcionan. Y a Esperanza Aguirre le gusta más la calle y la pancarta, ya sea con obispos o con víctimas, que la mesa de negociación. No obstante, cuesta creer que, por mal que quiera a Rajoy, pretenda con esta protesta de los que gobiernan manifestándose contra su oposición dar una idea a Zapatero para que, a imitación de ella, termine movilizando al partido socialista contra las supuestas mentiras y la violencia de los populares. Sería el cuento de nunca acabar, con todo dios en la calle.

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Sin embargo no es de esperar que la polémica ministra italiana la imite en esto: Gelmini tiene una oposición claramente más desnutrida. Tampoco cabe esperar que Aguirre imite a la italiana en otras cosas. Por ejemplo: Gelmini ha introducido como enseñanza obligatoria una asignatura llamada Ciudadanía y Constitución. Y es evidente que al Gobierno de Berlusconi no le vendrían mal unas cuantas clases de esta disciplina, ni algunos de los controles del matonismo que la ministra quiere introducir en la escuela, pero cada día está más claro que al Gobierno Aguirre, y especialmente a la presidenta y a su consejero de Sanidad, unas clases de ciudadanía le vendrían de perlas. Y no sé si en algunos casos el control del matonismo.

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