Lucha tradicional, ahora celta
El deporte que promoverá la Xunta era un juego erótico hace un siglo
"Preto da medianoite, / dan escomenzo as peleas; / os mozos loitan coas mozas, / medindo as forzas que teñan. / E n'andan en cumprimentos / para botarse por terra". En Follas Novas, Rosalía ponía en verso la modalidad heterosexual de la loita tradicional galega, un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, de mucho contacto y más habilidad que fuerza, en el que sale vencedor el que consigue tumbar al otro sin dar golpes, desequilibrándolo con zancadillas o levantándolo en volandas y luego haciéndolo rodar hasta que se rinde agotado. La lucha entre sexos era una forma de flirteo, una manera rústica de facer as beiras a la moza que más le gustaba a uno, o un prolegómeno al revolcón no palleiro después de la verbena.
Las fajas gris, castaña y negra sustituyen aquí a los cinturones de las artes marciales
Las mozas "desafían al mozo, degenerando la lucha en deleitable juego" (Pardo Bazán)
Pero este juego, nada más que como juego, también se practicaba entre dos hombres, o entre dos mujeres, en el campo después de la malla o en la playa a la vuelta de un día de pesca. Se trazaba una circunferencia de unos cuatro metros de diámetro con la pala en la arena, o se marcaba el tatami con monllos de paja. A veces se luchaba sobre una gamela a flote. Era un enfrentamiento por el territorio. Y perdía el que era arrojado fuera del "círculo vivo". La loita se practicó mucho durante el siglo XIX, pero en el XX cayó en el olvido. Hasta que, en 1986, tres amigos de A Estrada metidos en artes marciales decidieron que no estaba bien "aprender bailes de salón y no saber bailar muiñeiras".
El que habla es Severino Gómez, propietario del estradense gimnasio Shaolin. Allí se daban clases de judo cuando Manoel Núñez, un viejo aloitador de la parroquia de Ancorados, empezó a hablarle de aquella tradición perdida al dueño de la palestra. "Manoel me prendió la mecha", cuenta Severino, y enseguida se sumaron a la aventura dos vecinos que iban por el negocio, Jorge Mato y Moisés Iglesias, que entonces tenía 14 años. Empezaron a investigar, a hablar con los ancianos en los pueblos. Recogieron testimonios en Rianxo, Carnota, Marín, Oleiros, Sada, Mondoñedo, A Rúa, Verín, Carballeda de Avia, Poio, Burela, Foz y la comarca del Deza. En toda la comunidad se había practicado la lucha, y aún había ancianos que medían su agilidad de cuando en vez.
Para recuperar la costumbre, los tres amigos fundaron el Clube de Loita Tradicional Galega A Cambadela, porque cambadela es zancadilla en gallego, y la zancadilla (junto con el "chuzo", el "rolo", el "feixe" y el "cotelo") es una de las tretas más socorridas en la lucha para echar por tierra al contrincante. Veintidós años después, Moisés es el presidente; Severino, el director técnico y Jorge, el tesorero. En el club son 13 socios (uno de ellos, mujer) y desde hace menos de un año los tres maestros de lucha imparten clases a alumnos del Shaolin, y está a punto de terminar el primer curso para monitores de lucha, del que saldrán cinco profesores más que se encargarán de propagar sus técnicas por Caldas y Cuntis, y también muy pronto en Boiro, O Morrazo y A Coruña.
La loita tradicional se llama también "tumbadela", y "tumba", y "chimpa", y "caiados" cuando se practica de rodillas. Y se dice "ir a aloitar" o "ir a botar loitas", pero en las aldeas jamás se habló de "loita celta", porque "no hay indicio ninguno de que sea ése su origen", asegura Severino, que hoy viste con orgullo un chándal del equipo que juega en Balaídos. Como término, la "loita celta" que ahora pretende promover la Xunta, con un "plan estratégico" y una "red de infraestructuras", es un invento político, una buena idea de marketing. Y la primera política en interesarse por el tema fue la directora general de Deportes, Marta Souto (BNG), cuando aún era delegada provincial en Pontevedra.
La lucha tradicional "era un juego y ahora es un deporte", dicen los de A Cambadela: con sus reglas, su equipación (pantalón azul o negro remangado y pecho descubierto en el caso de los hombres) y un escalafón de fajas de colores con el mismo significado que los cinturones de las artes marciales. Faixa gris plata, faixa castaña, faixa negra. El 1882, el Diccionario Mundial del Deporte ya hablaba de esta disciplina y destacaba que jugasen las mujeres. Entre los luchadores históricos (Manuel Rivas, de Poio; Antón López, de Carballeda; o Xosé Barcia, de Oleiros) había una Gloria Bermúdez, de Burela, pero campeonas fueron muchas más. Ya lo decía la Pardo Bazán en El Molino: "Luchan las mozas entre sí, y hasta desafían al mozo, degenerando entonces la batalla en deleitable juego".
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