Santa Coloma, epicentro de las redadas contra células islamistas
A su pesar, los vecinos de Santa Coloma de Gramenet se han habituado a despertar sobresaltados en mitad de la noche. Saben que viven en una zona caliente: en tres años, cinco operaciones policiales contra supuestas células islamistas han tenido como epicentro esta ciudad del área de Barcelona, donde el 20% de sus 120.000 habitantes son extranjeros. La mayoría, marroquíes. Por eso, la presencia de furgonetas de la policía en sus estrechas y laberínticas calles apenas altera el ánimo al personal. Algunos lo toman a guasa: "Aquí hay tanto islamista que parece más la frontera de Pakistán y Afganistán que la de Santa Coloma y Badalona", observa un joven.
La perplejidad reina sólo entre quienes viven puerta con puerta con los sospechosos. El motivo, el de siempre: los vecinos no se explican cómo "unas bellísimas personas" que "pagaban la comunidad", que "nunca dieron problemas" y que "iban bien arreglados" -todo eso, dicho por ellos mismos- pueden ser, en realidad, peligrosos terroristas. Pero los colomenses están tan avezados en asuntos yihadistas que sus comentarios destilan escepticismo: "Dos de ellos venían a tomar café aquí. Decían que trabajaban en la construcción, pero estaban todo el día en casa... Si ya me lo sé yo: los que parecen buenos chicos son los peores", explica Cristóbal mientras bebe su cerveza en el bar Miami, contiguo al bloque tomado por los GEO.
Libros y hachís
El propietario del Miami, local de frituras, dice que dos de los jóvenes arrestados le pidieron almacenar "unas cajas de libros" en el bar. Temporalmente. Él se negó. Y cree que esa decisión le ha ahorrado un mal trago. "Imagina que me traen algo raro. ¡La poli me lleva al calabozo!".
Se desconoce si, en el registro, los agentes hallaron libros. Sí encontraron documentos, medio kilo de hachís y 6.000 euros. En otro piso viejo, en Badalona, encontraron herramientas y aparatos eléctricos. Nada de lo que asustarse: el detenido, Abdelaziz Laakel, es lampista.
Karima es marroquí y vecina de Abdelaziz. Ayer se llevó un buen susto. La redada le sacó de la cama a las tres. En camisón, abrió la puerta. "Un policía me tocó el hombro y luego hombres armados se metieron en casa. ¡No pueden hacer eso!", protesta. Karima cree que ha sido víctima de un "abuso gratuito". Y dice más: "Hay árabes malos. Pero otros no hacen nada y se los llevan. Luego salen libres. ¿Quién les pide perdón?" Una última preocupación ronda a la mujer: "Mi marido ha dicho a las cámaras que es amigo de Abdelaziz. No le va a pasar nada, ¿verdad?".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.