"¡Vamos, número uno!"
El público impulsa a Nadal, que sufrió ante Gulbis en su estreno en el Masters de Madrid
"¡Vamos, número uno!". Iba Rafael Nadal por el camino del sufrimiento, con el letón Ernest Gulbis arañándole centímetros de pista a golpes, cuando hubo de llamar al fisioterapeuta. La armadura del héroe, el glúteo, estaba escacharrada. Pensaba Nadal en el desperfecto, que luego no fue nada, cuando la grada empezó a susurrarle con voz huracanada. "¡Vamos, número uno!", le decía mientras el tenista español se dolía en el banquillo. "¡Suelta el brazo!", le animaba recién vuelto a la batalla en la tercera manga. Fue mano de santo: 7-5, 3-6 y 6-3.
Gulbis, de 20 años, al que Nadal tiene en su lista de indeseables, empezó a perder con el revés lo que se había ganado con su saque y sus dejadas. Mantuvo su morder hiriente y su abatir constante. Continuó con su monocromático tenis de cemento, el refinamiento de la lacerante receta del checo Tomas Berdych y sus martilleantes golpes planos. Y sólo al final, con el partido buscando quién lo domara, se encontró con demasiadas cosas en su contra: el entregadísimo público de la caldera del rockódromo -"¡cómetelo, Rafa!"- y el número uno del tenis mundial echando fuego por la mirada para seguir adelante en el Masters de Madrid.
"Este partido es importantísimo", dijo Nadal, que mañana jugará contra el francés Richard Gasquet. "Gulbis ha jugado muy agresivo", añadió el manacorense, que cerrará el año oficialmente como el mejor jugador del mundo si gana dos partidos más en la cita madrileña; "te echa para atrás porque tira muy plano. Es muy difícil atacarle. Cuando dispones de una bola para ello, como no has tenido casi ninguna, es difícil hacerlo con confianza. En los momentos difíciles, todos los años, el público me apoya. Se lo agradezco porque ayuda muchísimo".
Gulbis es un tenista intrigante. Tiene cuerpo, pegada y muñeca. Le falta cuajo. Tierno como está, jugó brillantemente los puntos de transición y se desesperó en los decisivos. Lo suyo es pura geometría: coscorrón continuo para espantar al rival de la línea de fondo, acularle contra la valla y desnudarle con una dejada. No es poca cosa. Falta sumarle la continuidad en su impresionante saque -15 aces contra ocho dobles faltas- y añadirle una pizca de mano sabia. Si lo logra, tenista con mayúsculas. Una estadística lo dice todo: Gulbis cometió 62 errores no forzados para lograr 49 golpes ganadores. Ya pasó en Wimbledon, cuando el letón, al que le cuesta horrores ganar dos partidos seguidos, fue con Federer el único que se le subió a Nadal a las barbas. Se repitió ayer la escena, con la pista echando chispas y el campeón buscando calma. Olisqueó de nuevo Gulbis la victoria. Pero, al final, lo suyo se quedó en nada. Nadal es mucho Nadal.
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