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Crítica:XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un tiempo nuevo

El título, Oro viejo, es metáfora de la vejez. La joven bailaora, cansada quizás de las premuras de la juventud, reflexiona sobre el tiempo y su medida, pero cuesta trabajo encontrar esa idea en la línea narrativa de una obra que se presenta llena de mucha viveza en la mayor parte de su tiempo. No obstante, ella, Rocío, es el tiempo con sus brazos de juguete mecánico al principio y también en el cuadro final, en el que parece rendirse a la evidencia de su paso. Igualmente, y sobre un arreglo para cuerda de María de la O, compone junto a Laura Rozalén una coreografía casi estática que se llena de plasticidad y ternura.

La obra, concebida de una forma original, enlaza hasta una docena de cuadros entre los que se reparte el protagonismo: no sólo entre los que bailan, también el cante, las guitarras, las palmas y la percusión van ocupando primeras líneas en la composición del espectáculo. Todos se enfrentan a todos en una suerte de dialéctica positiva que redunda en un mayor dinamismo. La desenfadada coreografía de colegas (Edu y Moisés), la de Rocío con ellos dos, la de los cuatro en torno a un banco... y, sobre todo, la ejecutada con la caña, en la que sí que se enfrentan como dos tiempos, dos concepciones para un solo baile: el que personifica Laura, con un clasicismo de brazos al aire y pies que no suenan, y el que hace Rocío, plena de fuerza y compás.

ORO VIEJO

Compañía Rocío Molina. Baile: Rocío Molina, Eduardo Guerrero, Moisés Navarro. Colaboración Especial: Laura Rozalén. Guitarras: Paco Cruz, Rafael Rodríguez. Cante: La Tremendita. Palmas: Bobote, Eléctrico. Percusión: Sergio Martínez. Coreografía, dirección artística y musical: Rocío Molina

Teatro Lope de Vega, 9 de octubre de 2008.

En la joven Molina se funden danzas y bailes. Su inspiración es flamenca, pero de su cuerpo dúctil emana toda una síntesis de movimientos ejecutados con una desbordante técnica que no le resta ni gracia ni expresividad. En la guajira luce pícara e ingenua a la vez. Sensual y flamenca con sombrero, con bata negra busca la inspiración profunda de la petenera y se torna volátil con la malagueña. Firma, además, la mayor parte de una coreografía que, por más que se tiñan de su temprana madurez, trasluce un jovial placer creativo.

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