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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Coherencia

Pasarán muchas lunas y otras tantas elecciones antes de que pueda olvidar la foto de portada de su periódico del día 30 de septiembre: el señor Dívar genuflexo ante el señor Rouco bajo la mirada complacida del señor Hernando. ¡Gracias, señor Zapatero, por su laicismo y coherencia!- Juan Manuel Martín de Blas. Majadahonda, Madrid.

No parece un buen comienzo. Como ciudadana de un Estado aconfesional y como funcionaria de la Administración de justicia, me causaron cierta perplejidad las imágenes en las que el nuevo presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar Blanco, comenzaba su andadura al frente del órgano de gobierno de los jueces asistiendo a una misa celebrada por el cardenal Rouco Varela, en memoria de los jueces y magistrados fallecidos en el anterior año judicial. Me pregunto: ¿no hay otra forma de recordar y honrar a los que abandonaron este mundo? ¿Era necesaria la presencia del presidente de la Conferencia Episcopal?

Ya va siendo hora de que las instituciones del Estado busquen alternativas para este tipo de homenajes, que deben constreñirse a actos de carácter cívico y no religioso. No voy a cuestionar, como han hecho otros, el derecho de los individuos, sea cual sea su cargo, a profesar la religión que por sus creencias y convicciones estimen conveniente, ni estimo que el hecho de que sean fervientes practicantes de cualquiera de ellas merezca crítica o desconfianza en el cometido de su función. Pero me desagrada la complicidad de quien, de manera leal según su discurso, viene a servir al Estado, con el máximo representante de la Iglesia católica en nuestro país, que de manera sistemática viene cuestionando no sólo la acción del Gobierno, sino leyes aprobadas por el Parlamento, máximo representante de la voluntad popular. La justicia no es de inspiración divina, sino que emana del pueblo y se administra, en nombre del Rey, por jueces y magistrados. Aunque la frase ya aburre, aquí está bien empleada: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

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