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CENIZAS DE FÚTBOL | Sexta jornada de Liga | Internacional
Columna
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Historia ejemplar del central José Mingorance

Enric González

Tranquilo, Coupet. Le habría ocurrido lo mismo a cualquier otro portero. Estaba usted en el lugar equivocado: la portería del Atleti en una noche negra del Atleti. Y aún le digo más: en circunstancias tan adversas como las suyas, lo mismo a Casillas le metían siete y a Buffon ocho. Aunque ellos no juegan en el Atleti y eso les ayuda seguramente.

Puede que se sienta usted carne de banquillo o carne de traspaso. Para ser sinceros, ahora mismo no pinta muy bien su futuro. Ya sabe que en estos casos suele inmolarse a alguien por aquello del sacrificio y la catarsis. Pues sí, qué voy a decirle.

Quizá le sirva, o quizá no, una historia edificante. No va de un portero, sino de un defensa. Para el caso es lo mismo. Es otra historia de seis goles y de una desgracia.

Verá usted, Coupet, cómo acaba riéndose de esa noche con el Atleti en el Camp Nou

Ocurrió hace muchos, muchos años. El 13 de junio de 1963, para ser exactos. El escenario, el estadio Santiago Bernabéu. Usted no había nacido y no puede imaginarse lo que era aquello. Para empezar, aún vivía Santiago Bernabéu. Y en el palco presidencial estaba Franco, un general al que Dios había contratado personalmente como dictador de España; no me lo invento, lo ponía en las monedas. Pues bien, dictadores en el palco, gradas abarrotadas y dos selecciones, la de España y la de Escocia, sobre el césped. Era un partido amistoso, pero importantísimo. El general Franco exigía que el equipo español hiciera un buen papel. Escocia tenía un equipazo porque tenía a Dennis Law. Mire, mire en las enciclopedias: el tipo era la bomba. España tenía un equipo apañado, aunque el seleccionador, Villalonga, no había decidido todavía la defensa titular. Esa noche, precisamente, debutaba un central finísimo que destacaba en el Córdoba y parecía destinado a dirigir la zaga española. Se llamaba José Mingorance y tenía 25 años.

No voy a aburrirle con la crónica del partido. Lo único importante es que Escocia pasó por encima de España y ganó por 2-6 delante de las narices de Franco y de Bernabéu. Alguien tenía que pagar y pagó Mingorance. Nunca volvió a la selección, el pobre Mingorance.

Al año siguiente, España ganó la Eurocopa. Fue un éxito, pero, para mí, tuvo más mérito lo que hizo ese mismo año el Córdoba con su central Mingorance. El Córdoba consiguió algo que nunca más conseguirá un equipo profesional español: sólo recibió dos goles en casa. Piense en eso: sólo dos goles. Uno fue en propia puerta y el otro lo marcó Di Stéfano. Para que se haga una idea del nivel de Mingorance.

Al año siguiente, Mingorance se fue al Espanyol. El Espanyol tenía entonces un gran equipo con aquella delantera a la que llamaban los delfines. Mingorance siguió jugando, se retiró y con el tiempo fue olvidándose de aquella noche negra de 1963 y de la condena que le cayó al central debutante.

Mingorance no se olvidó. ¿Sabe usted lo que hacía cuando le hablaban de esa noche? Se reía.

Verá usted, Coupet, cómo acaba usted riéndose de esa noche con el Atleti en el Camp Nou. Deje pasar el tiempo. En unos años, 15 o 30, lo verá usted de otra forma.

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