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EXTRA EXTREMADURA

Parloteo mañanero en Orellana

El otoño marca el regreso de unas 30.000 grullas al embalse pacense

Acaba de iniciarse una nueva estación, y, con ella, todo un proceso de cambios en la naturaleza. El campo invita a asistir a esa metamorfosis que experimentan bosques y arbustos, cielos y suelos, ríos y charcas. Robles rebollos y albares empiezan a languidecer, al igual que lo hacen los castaños, los álamos o los serbales, con renovados atuendos que abandonan el matiz de los verdes para instalarse en la gama más arrebatadora de los ocres, rojos y amarillos. Una vez más, un otoño más, el ciclo se cumple, las etapas se suceden, y el principio del fin estalla en las retinas de todos los observadores de las forestas. Pero al mismo tiempo llega el momento más lujurioso de las dehesas de Extremadura, con la denominada Montanera, los millones de encinas que pueblan los montes extremeños paren poco a poco su cosecha de bellotas en un goteo incesante entre los meses de octubre y febrero.

También la fauna modifica sus hábitos mientras desaparecen de la escena silvestre los insectos y reptiles, o ponen rumbo a tierras africanas muchas de las aves migratorias; sin embargo, otros pájaros llegan del centro y norte de Europa, como las grullas y las palomas torcaces que invaden por miles los campos de esta región. La Montanera en las dehesas de Extremadura supone para estas aves viajeras poder recuperar en poco tiempo las energías gastadas en el duro viaje otoñal.

Muy cerca de los ondulados montes pacenses de la comarca alta de la Serena, la escarcha mañanera blanquea las orillas de una extensa lámina de aguas profundas nombradas como el embalse de Orellana, y reconocidas como uno de los dormideros más querenciosos de la península Ibérica para las cenicientas grullas. Cuando todavía no se ha atrevido a despuntar el primer rayo de sol por encima de la vecina sierra de Pela, el alboroto en el dormidero de las grullas ya es patente. Los primeros bocinazos de la última imaginaria despiertan poco a poco al resto de los componentes de la colonia.

Amanecen las zancudas

La visión de la amanecida presenta unas nieblas rasantes que manan de la superficie del embalse y un contorno de enfangadas orillas moteadas de miles de esbeltas figuras emplumadas que se desperezan entre un ensordecedor parloteo; se trata de uno de los espectáculos naturales más sorprendentes del invierno peninsular. A trompetazos y sin descanso, el inmenso bando de zancudas levanta el campamento y, en grupos de varias decenas o centenas, alzan el vuelo hacia sus lugares preferidos de alimentación en las dehesas cultivadas. Entre 20.000 y 30.000 grullas eligen cada año las inmediaciones de este embalse pacense como lugar de dormida.

Los cercanos términos de los pueblos de Navalvillar de Pela, Obando, Casas de Don Pedro, Orellana la Vieja o Madrigalejo son durante el día destino de gran parte de estas esbeltas aves, donde encuentran campos repletos de comida que llevarse al pico. Con la semejanza de un tranquilo rebaño de ovejas, las grullas carean los campos sembrados entre las centenarias encinas mientras el sol mantiene su luz. Con la tarde caída, al tiempo que el cielo se enrojece con los últimos rayos, los bandos vuelven al dormidero de Orellana cubriendo el cielo de oscuras figuras aladas. Un recorrido por la cercana dehesa municipal de Moheda Alta, en la localidad de Navalvillar de Pela, propicia el encuentro con los bandos de grullas mientras se alimentan de bellotas.

» www.turismoextremadura.com

Grupo de grullas en una dehesa extremeña.
Grupo de grullas en una dehesa extremeña.PEDRO RETAMAR

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