Locura de instituto en Gran Vía

No hubo muertos, ni heridos. Tan sólo algún corazón roto y afonía colectiva, debido al estreno, anoche, de la película High school musical 3: senior year, en el cine Capitol. Pompones de animadoras, cámaras de fotos, padres resignados y hormonas desbocadas esperaban desde media tarde a los protagonistas de la saga del instituto cantarín, cuyos alumnos -por fin- llegan al último curso, pero siguen enamorándose y desenamorándose, canciones mediante, entre partidos de baloncesto y bailes de fin de curso.

A las siete de la tarde, agentes de movilidad y policías municipales hacían malabares con el reducido espacio que había en la acera y la multiplicación de niños como el milagro de los panes y los peces. La petición policial "lejos de la barandilla" fue cambiando a medida que pasaban los minutos por un "en mitad de la carretera no, por favor", aunque pronto dos carriles de la Gran Vía fueron cortados para que el enjambre de admiradores no acabara bajo las ruedas de un coche. "Hemos venido porque cantan muy bien, la película muestra lo que pasa en cualquier instituto, y quizás sea la última porque es el último curso, así que no podíamos perdérnosla", explicaban -a gritos, dados los decibelios de la banda sonora de la película que atronaban- dos chicas de no más de 15 años pero más de un kilo de maquillaje en la cara y minifaldas que harían enrojecer a unas cabareteras.

Todavía con tres horas de espera por delante, algunos pacientes abuelos acompañaban a sus nietas en la guardia ante el cine, recién salidas del colegio -los uniformes delataban-, sujetando los ancianos las mochilas de colores, mientras ellas flaseaban con sus microcámaras cualquier movimiento en la alfombra roja. Gritos. "Le he visto, le he visto". La pregunta del siglo: "¿A quién?". Daba igual, más gritos. Contagiosos.

A pesar de la mayoría de chicas, también se encontraba algún ejemplar masculino, como Miguel y Josemi, de 20 años y estudios reconocidos (derecho) con un look casual (esto es, camiseta divina pero informal, vaqueros desgastados pero nuevos, gafas de sol al atardecer y gomina) peligrosamente parecido al protagonista de la película. "Pero ¿vosotros vais así habitualmente, o sólo hoy como ocasión especial?". "No, no, nosotros somos así, acabamos de venir de la facultad. ¿Por qué lo dices?".

Cerca de las diez de la noche, cuando los padres y novios tenían la espalda doblada de subir a hombros a sus hijas y queridas respectivamente -eso es amor-, o los grupos de amigas hacían torres humanas para que, al menos, la chica más alta subiera con la cámara de fotos y sacara algo más que el cogote de las tres filas de fans, empezaron a llegar productores, director, secundarios, y reparto en general, capitaneado por Zac Efron y Vanessa Hudgens, que de tanto cantar que se amaban, acabaron juntos en la vida real.

Y ahí llegó el colapso, las firmas de autógrafos, más flases, sonrisas y hormonas. Sin embargo, no hubo avalanchas, ni heridos, ni siquiera un pequeño desmayo o una lágrima. Ni una lágrima. Los fans ya no son lo que eran.

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