Paul Newman
Paul Newman pidió hace poco que le dejaran morir en paz. Se lo merecía. Ha dado tanto al cine que su último deseo debía ser cumplido. Ha muerto delgado, débil, alejado de la poderosa presencia que marcó el Hollywood de varias décadas, pero con esos dos ojos azules que forman parte de la iconografía cinematográfica del siglo XX, junto a las orejas de Mickey, el bigote de Chaplin o la silueta de Hitchcock.
Pero era más que dos ojos tan inmensos y azules como el mar. Era un gran actor, maestro sin pretenderlo, que transformó con su talento a personajes que vistió de cinismo, ironía y chulería agradecida y humana. Vamos, de profundidad. Y todo como si pareciera sencillo. Supo llevar su carrera con buen gusto, supo mantener su sitio pese a los empujones que daba la moda imperante. Una película con él dentro era garantía de un buen rato. Puso magia y magnetismo a lo que hacía. Muchas de las estrellas de ahora, huecas, breves y plastificadas, deberían someterse a una sesión Newman una vez al año. Y ahora, muchos años después de sus comienzos en el Actors Studio, cierra sus ojazos y su sonrisa y nos deja de regalo un puñado de joyas de la actuación como El Buscavidas, La leyenda del indomable o El golpe. Paul, tus envidiosos seguidores, te aplaudimos.- Carlos Díaz González. Alicante.
Muere un viejo actor, y a uno se le crea un hueco en el alma, un nudo en la garganta. Ya no está Paul Newman y hoy el mundo es mucho más gris. Ese viejo actor. El mejor. Hasta siempre y gracias, señor Newman. Le echaremos de menos.- Isabel Pérez González. Madrid.
¿Se puede sentir nostalgia por una época en la que aún no has nacido o añorar a alguien que no conociste? Creo que sí, porque he sentido una tristeza extraña al escuchar que Paul Newman ya no está aquí.-Carolina Morán Mora. Barcelona.
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