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Reportaje:

Negocios fieles a sí mismos

Una muestra repasa la rehabilitación de los locales antiguos de Santiago

"Los comerciantes tienen que decirte cómo les gusta sentarse. Si no consigues eso, no haces nada". Habla el arquitecto Pablo Tomé, coordinador del B96, el primer programa de rehabilitación de los negocios de Santiago. "Vine aquí casi como huida, no soportaba lo que estaban haciendo en A Coruña. En lo que a mí me tocó, quise que fuese una especie de manifiesto contra la arquitectura de las estrellas".

B96. Dez anos de rehabilitación de locais comerciais en Compostela se muestra como exposición, hasta el 16 de octubre, en el Colexio de Arquitectos. El vídeo -más de 100 entrevistas con dueños de locales- se completa con el dibujo de la intervención y una sección con imágenes estáticas de los negocios. Antes y después. "Es muy difícil equilibrar artesanía y conurbaciones", dice Tomé. "El mundo va adonde va". Lo que sale es el trabajo a pie de obra y algunas de las cuestiones que hacen transitable el espacio público.

"Yo quería un escaparate grande, pero el de ahora es más distinguido"
"La presión del comercio turístico aumentó. El parque temático está ahí"

Según el Plan Especial de Protección y Rehabilitación de la Ciudad Histórica, en 1990 había 1.605 locales, el 40% comercios, el 26% hostelería y el resto oficinas. En 1994 se inicia el programa de ayudas a la rehabilitación de viviendas, y dos años más tarde arranca el B96, con Xerardo Estévez en la alcaldía y Javier Ramos Guallart (desde 2004 secretario general del Ministerio de Vivienda) al frente de la Oficina de Rehabilitación. En los tres años siguientes se presentan 250 solicitudes; 60 obras, de 125 proyectos realizados, se acaban antes de 1998.

En aquellos tiempos, el Consorcio de Santiago reunía a arquitectos como Ricardo Aroca, Enrique Nuere, Ignacio Paricio, López Cotelo o Gallego Jorreto para hablar de rehabilitación. Las obras que podían ser objeto de subvención se definieron con una ordenanza semejante a las de vivienda: adecuación al entorno, sistemas de detección de incendios y mejora de instalaciones y sanitarios.

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"Rehabilitar es respetar las capas del pasado y añadir una más, con la diferencia de que el 50% es obra y el resto arquitectura", relata Tomé. La Galería Metro, por ejemplo, en la rúa Nova. "Antes de ser galería de arte, allí se vendieron zapatos ortopédicos y objetos sacros. Después fue vivienda". O A Conga, tienda de lencería antes que pub.

Para los comerciantes, que tuvieron acceso a licencia y proyecto gratis, además de una subvención de hasta 6.000 euros, a la historia hay que añadirle las agonías de la espera sin caja a la vista, a expensas de la constructora. Las quejas se proyectan en este sentido, aunque hay excepciones. "Yo remodelé la fachada y cambié las puertas a madera, no fue una reforma profunda", relata el farmacéutico Alejandro Gómez Ulla. "La subvención fue muy limitada y hay que declararla. Además, se metían en todo. Hoy no contaría con ellos".

Pepe Beiro, de la Vinoteca O Beiro, invirtió 50.000 euros en la reforma de su local de A Raíña, donde hasta 1960 coexistieron vivienda y almacén. "El negocio aquel en Zaire sería tercermundista", ríe. "En aquella época había mucho recelo... Los comerciantes no hacían más que preguntar qué ibas a hacer tú, pero yo lo hablé todo y estoy encantado. Me hubiera gustado un escaparate más grande, pero el de Pablo es más distinguido".

Tomé destaca el trabajo en la Sombrerería Iglesias, en la Rúa do Vilar, abierta desde 1912. Uno de los escasísimos establecimientos casi centenarios de Santiago -junto al Café Choiva, O Gato Negro, la Cerería Touriño, La Casa de los Quesos, Casino y Derby- que además mantiene la actividad. "Fue casi restauración arqueológica", dice Tomé. "Estoy contenta", dice la dueña, María Nieves Iglesias, "pero en realidad no fue para tanto". "Sólo descubrimos dos vigas y pusimos un piso nuevo para el taller".

El problema del turismo es aparte. En recuerdo de la Fábrica de Chocolates Raposo, fundada en 1902, duró lo que duró A Chocolataría, la galería de Concha Fontenla. Hasta el año pasado. "La presión del comercio para turistas se ha agravado", lamenta el arquitecto. "El parque temático está ahí".

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